martes, 16 de agosto de 2011

Los conflictos en Corín Tellado

O mejor dicho: los conflictos en la ficción narrativa de Corín Tellado.
En la obra mía que, con la venia de mi amigo Anghel Morales, se editará en octubre más o menos, el "protagonista" recuerda de adolescente cuando le leía novelas de Corín Tellado a una tía suya por las noches. Un servidor, cuando eso fue escrito, no conocía la obra de Corín Tellado sino como mera referencia, la obra con mayor éxito de ventas y los elogios que en cierta ocasión le dedicaron a la autora de Gijón los escritores Vargas Llosa o Cabrera Infante. Recuerdo que mi madre padescanse era una lectora consumada de aquellas novelitas.
En el cambio de domicilio al barrio de La Maldad, encontré en una caja la colección casi completa de la escritora "romántica". Leí una y me hice devoto. Son cuatro títulos hasta el momento los que han pasado por mis noches antes de conciliar el sueño. En todas, el conflicto que separa a los enamorados es social. Ella es rica por tradición familiar, incluso perteneciente a la aristocracia, y él es un hombre rico pero que ha sido pobre. La situación de riqueza aristócratica o por lo menos que viene de antiguo es un elemento que dificulta el acercamiento entre ella y el hombre que se ha hecho rico, en sentido calvinista, gracias a su inteligencia, a su esfuerzo, a su trabajo, a su voluntad moral, su sentido de la justicia. La clase más o menos aristocrática-rica está marcada por la ambigüedad, los prejuicios, por una pereza moral autojustificada en la tradición frente al progreso, donde hasta la tercera novela leída la heroína era el único miembro de esa casta con la mente despierta y sentimientos nobles.
El esquema sufre algunos cambios, en el curso de mis lecturas, en la que ahora estoy: Llama a tu marido (1971). En principio, felizmente casados, el matrimonio se rompe porque él no soporta que su mujer, dueña de una explotación de minas de hulla, no ponga remedio a la situación infrahumana en que sobreviven sus obreros.

--Le dí toda mi ternura y todo mi ser ...


--Hasta que te decepcionó.


--Ella, no. Ella, a mí personalmente, no --rotundo--. Es la mujer que siempre soñé poseer. La mujer con la que se casa un hombre sin pensar en los hijos ni en la alcoba. La mujer que cubre una a una, y sin decirlo, todas las necesidades. Las físicas y las morales, ¿entiendes eso? Pero yo no me siento con fuerzas para seguir entregando todo mi ser a una persona que sólo vive para su satisfacción personal, olvidándose por el egoísmo de los demás.


--¿Eres comunista, Bryan?


--Cristo debió serlo, si a eso tú le llamas comunismo. Yo diría que tengo un amor al prójimo considerable, sin rayar en el fanatismo. Una cierta comodidad para los demás, teniendo tú a tirar por la ventana. Eso es lo que yo hago en mi empresa, y los resultados son satisfactorios. Tanto es así que jamás me sentí tan contento de mí mismo que cuando veo en uno de nuestros empleados dejar las labores del día, buscar su auto en la esquina del aparcamiento y ver cómo su mujer le espera, empuña el volante y se marchan. No quiero producto con lágrimas y penas. Vuestros mineros se mueren de horror en vuestros barracones. Se mueren de frío sus hijos, y se mueren de pena sus mujeres, y vosotros... dormís tranquilos. Eso es lo que yo no tolero.


Con esta extrañeza, en una escritora en las antípodas de la picaresca, mimada por el franquismo (he oído decir), cierro el libro y salgo de casa, rumbo al mar de la patria. A refrescarme. El auto está aparcado en la plaza del machango. El bar de Efraín lleva dos días cerrado. La última vez una profesional (supongo), bellísima, con una escotada camisa negra brillante y una falda roja, también brillante, y un cuerpo y un rostro admirables, buscaba en las páginas de contactos de El Día si había salido su anuncio. Un paisano insultaba por teléfono, con gritos airados, a su "pareja sentimental" a la que incitaba a denunciarlo si tenía... y afuera, en la escalinata frente a la puerta del bar, uno desde un mercedes negro mantenía una animada charla con algunos de los que se sientan en el exterior del bar a hablar con Dios. Una pena para mí. El café que hace Efraín está muy bien, y sólo por 6o céntimos.


En el viaje, quizá por el calor, rememoré escenas de la otra tarde noche en el marbella park de José María Lizundia. Una gata, ágil y primorosa, paseándose por lo alto de un muro hasta que se cansó de no llamar demasiado la atención, como es natural en las gatas. José María en su amor a las indagaciones mundanas. Víctor contando su viaje a Valladolid, donde había encontrado el hábitat de sus sueños.


--¿No te preguntaban nada de Canarias?


--Allí nadie me identificó como canario. En cuanto pueda, dejo Canarias y me voy a Valladolid.


--¿Tú contaste algo de Lola en una de tus novelas? --preguntó Víctor.


--No, que yo recuerde --dije. (Víctor es íntimo de Lola, íntima de mi hermana.)


Y Anghel narró sus aventuras africanas. Y buen vino, y excelentes y variadas viandas, y horas que pasaron sin darnos cuenta, hasta que José María tocó retirada.


En San Andrés, antes del baño en la mar, veo a Deivi. Me cuenta que Orlando se escapó cuatro veces del hospital y que ahora, dicen, está de nuevo ingresado bajo vigilancia.


En el regreso al Monterrey, después del baño, veo a Jose.


--Cuando Orlando se muera, sus libros van a hacerse famoso --dijo Fernin.


--Cuando se muera no. Ya está muerto... --interrumpió Jose--. Jesús, seguro que tú eres el primero en aprovecharte de la obra de Orlando.


--Seguro.


--Quién lo verá leyendo los poemas de Orlando en la radio...


--Hazme medio de lomo --pedí.


--¿No quieres unos churritos? ¿unos calamares?


--No, medio de lomo --y recuerdo que aún no he puesto un poco de orden para recibir con cierta decencia a Campanilla, que vuela mañana desde la España sólida hasta estas islas del desvarío.






lunes, 15 de agosto de 2011

palos inciertos

La realidad es celosa, no se deja comparar con el difraz de sí misma.
Es inabarcable, imposible de conocer en su totalidad. Te deja acercarte pero siempre mantiene un cm de separación, lo suficiente para que la conozcas pero sólo en cierta medida, en la medida que ella quiere. Pero si intentas disfrazarla, desaparece y en su lugar sólo deja humo que se dispersa. Me ha sucedido con el cuento del terrateniente que me contrata para que pinte de memoria a su mujer. Sobre una base real, acuciado por una palabra dada, viertí un caudal de fantasía, que a lo sumo es grasa sobre la que resbalo y me caigo con todo el equipo. Intento baldío es intentar contar aquello que no se sabe, pero es atroz intentar contar lo que sabes adornándolo con mentiras. La realidad, sea el límite que sea el que te imponga, se acompasa con la naturaleza. La mentira la desborda, la enferma. La desvirtúa. El disfraz es una infamia.

Ayer tarde y noche, picnic en casa amiga.
--Eres un narcisista --me dijo G, a quien estimo también por su franqueza, por no andarse con rodeos.
Bastó un sueño para saber que el narcisismo también es un disfraz, un error. Un modo de ocultar la realidad de un fracaso.
En el sueño, mi padre conducía un auto por la zona del mercado de S/C. Se equivocaba de camino, su rumbo era erróneo, pero no había manera de advertirle, indicarle por dónde estaba el sitio al que quería ir. Dicen que los personajes de los sueños son reflejos del propio soñador. La "foto" que me hizo G me puso en la pista de mi equivocación. Estoy cayendo en el hechizo de la isla, en ese narcisismo con que el isleño quiere aparentar aquello que no es, tener lo que no tiene y salir victorioso de una guerra que ya ha perdido.
--No me hables de ese individuo --le dije a mi padre, con Ramón Herar en la misma mesa,
o le echo una maldición...
Desperté enfermo.
--Déjate de maldiciones, pollaboba.

domingo, 14 de agosto de 2011

sulfuro de mercurio

--Ramón me prestó la última de Alexis Ravelo, pero la verdad es que ahora prefiero leer a Corín Tellado.
--Eso no te atreverás a ponerlo en el blog.
Seguro que no. Lo que tengo que hacer es volver a ponerme la máscara de hombre respetable. O retirarme del mundo. La máscara de hombre respetable me costó un dineral en su momento. Estoy dudando si revenderla. Quizá no. Hoy creo que me hará un buen servicio cuando esté con don Blas.
Pero vamos por parte. Primera parte, mirando la luna llena en el Club de los Negocios Raros.
--No me digas que el capitán cree que esto es una reunión de escritores. Ahora mismo le mando un mensaje.
Bueno, salvo yo que soy tan diestro curando como pintando, se podría decir que aquello era una reunión de médicos que escriben. Un especialista en circulación sanguínea y un cirujano. A este lo conocí en esta primera reunión. Y a Ofelia, que no sé si también es doctora en medicina, pero sí escritora.
--El capitán es como el cinabrio, sin él no va a funcionar la alquimia --le dije a mi amigo el doctor R, el especialista sánguíneo. Como si me oyera el capitán. Acto seguido sonó el móvil y a los cinco minutos lo vimos llegar por la plaza del mercado, y se sumó a la reunión, en una terraza amplia y cuidada con excelente gusto, con una vista al cielo y a Santa Cruz, con el reloj de la torre de la Concepción dominando el cuadro, en conjunción con la luna llena.
Tenía yo razón. Ya con el capitán en la terraza, recibido por una hermosa Ofelia, los manjares cobraron un sabor especial y el aire se pobló de ambrosía.
R, empeñado en lo bien que leo. Basta creerme que leo bien para destrozar, en este caso, un poema de Panero el loco de Mondragón.
Me quedé pal arrastre con la pésima lectura. Sin ánimos para pasar del ron a la ginebra. Y además hoy tenía reunión con don Blas. Le dije adiós a Ofelia y me retiré. Y hoy, después de un nuevo baño en la mar de San Andrés, llamé a don Blas.
--Me gustaría que viniese esta noche a cenar. Le gustará la cueva... el comedor está en una cueva. Quiero que la mire bien y que la pinte de memoria.
--¿La cueva?
--No, no sea idiota. A mi mujer...
--... no creo que sea yo quien usted necesite. En buena ley, llamarme pintor es insultar ese arte.
--Sé lo que me traigo entre manos y sé a quién necesito. A las nueve de esta noche lo recojo en La Laguna...

sábado, 13 de agosto de 2011

Viva Cantinflas

Merece la pena si se comporta como caballero, y no como lo que es. Te quitas la máscara y aparece el usurero. Cuanto más pienso en el dinero más infeliz me siento, y meto la pata. Metes la pata con un enemigo y te jodiste, a levantarte otra vez. Pero la metes con un amigo y no sólo te jodiste. Todo por el barril del ron. Por la botella del Diablo, esa botella que te daba toda la gloria a cambio de un final infeliz. Te librabas de ese infierno, pero sólo si vendías la botella, y tenías que venderla en un precio por debajo del que te había costado. El callejón sin salida era cuando la habías comprado por la más ínfima moneda del mundo. No había otra que tuviese menos valor. Todavía estoy a tiempo de vender la botella. Me costó cinco euros a mí y siete a mi amigo. 12 euros. Sólo que debo decir al comprador lo que hay. Bueno, esto es un cuento de Stevenson. La realidad va por otras nubes. La realidad son los cinco euros. Y un lápiz.
El lápiz hizo un dibujo mágico la otra noche en El Generador, donde estuve con mi amigo. Yo me marché a las dos de la madruga y me llevé el lápiz. Un lápiz especial, de un plateado profundo. Él se quedó hasta las cinco, y reprochó mi temprana retirada y preguntó por el lápiz. Todavía está el lápiz en esta casa del barrio de La Maldad. En un antiguo cacharro de galletas donde se guarecen los rembrants.
Hoy me armé de valor y llamé a don Blas. No me agrada que me impongan fechas. Le dije que ya lo avisaría, que estudiara bien si yo era el idóneo, tengo mucho que aprender y sólo tengo la voluntad. No más de cinco euros.
Hoy fui a la patria y pagué parte de la deuda de la noche del poema de Chani. A cambio, un primer baño en el mar. Me quitó diez años de encima. Y comí puré y sardinas en casa de Chani.
--... a lo mejor está muerto en la casa... se escapó del hospital... tiene la enfermedad esa contagiosa...
--Jesús, no te roces conmigo que estoy salida.
Ana Rosa la abuela más apagada.
Cayaya cada más más encendida.
Chani sobrio, no poeta. Qué cargante son los poetas. Los buenos poetas, los que sólo se portan como caballeros cuando están sobrios o cuando escriben, y hay que darles lápiz y cartón para que se comporten. Lo mismo me pasa a mí con la pintura, es el único medio que tengo para poderme conportar, porque si no, salgo corriendo y dando aullidos.
Le dije al terrateniente que no soy un profesional.
--Me da lo mismo, los informes no mienten... --Y me habló de un comedor en una cueva.
Bueno, se acerca la hora de Negocios Raros. No irá mi amigo. Por culpa de cinco euros. Una pena.
--Estoy harto de la vanidad de los escritores. No me gustan las reuniones de escritores.
En eso sí estamos de acuerdo. Salvo en lo de los cinco euros. Un billete verde apagado nos separa. Se admiten apuestas.

hoy, página 43 de Diario de Avisos

"Escríbeme, págate una y seguimos.
La flaca se toca la nariz pero no tengo perico, no consumo; lo tengo más complicado. En esta ciudad se puede ligar sin coca, pero es más difícil, tienes que usar la inteligencia."

Comienzo del relato Viaje a la luna, hoy sábado en la página 43 de Diario de Avisos. El autor: JRamallo. Uno de mis escritores actuales preferidos desde que comencé a leer antiguas colaboraciones suyas en el periódico La Opinión. Más tarde Ensalada de canónigos, en la editorial Idea. En octubre conoceremos su ¿novela? primera, en la estampa de Aguere-Idea.
A pesar de todos los vientos en contra, hay páginas que merecen una copa de buen vino.

viernes, 12 de agosto de 2011

pájaros volando y poema de Chani

Nunca sabe uno a ciencia cierta las consecuencias de sus actos, en este caso esta escritura de este blog. Mi creencia era que sólo lo "hojeaban" mis amigos y lo miraban con lupa mis enemigos. Pos sospecho que no. El miércoles pasado recibí una llamada de un desconocido, por lo que supe en ese momento un mago del norte forrado de perras, un terrateniente.
--Buenas tardes. Me llamo don Blas... --carta de presentación y-- quiero que pinte a mi mujer... El sábado, si no le es molestia, le invito a almorzar y así la conoce. ¿De acuerdo?
Demoré la respuesta peguntándole de qué me conocía, qué referencias tenía de mí.
--Eso no importa ahora. Mañana hablamos. Lo iré a recoger sobre la una a...
No me dio oportunidad de decirle sí o no.
Me puse a dar vueltas por la casa, pensando cómo negarme y al mismo tiempo aceptar la invitación. Iba de un lado a otro, del temor a la curiosidad y de la curiosidad al temor una y otra vez, fijándome en un cuadro que estoy haciendo en la puerta de un mueble que tengo en el patio. La noche anterior había mirado ese cuadro y me puso enfermo. La boda, se titula. El cura tiene una cara de siniestro que asusta, y el padrino, a espaldas del novio, peligrosamente celoso, amenaza un desenlace truculento después del primer beso de casados. La jeta del novio tampoco es para tirar cohetes. Procuré aliviar las tensiones inencrontables entre los distintos tonos y colores. La única que prometía serenidad y simpatía era la novia. Procuré opacar al cura y al padrino, eliminar el chirrido. Como está pintado en la puerta del mueble, imposible ponerlo de cara a la pared y no verlo. En fin, el espacio pictórico quedó más aunado, menos cruel (me refiero a la composición, no a la historia que sugiera la escena), y ahora es la novia, con cara de mosquita muerta, aliada con el padrino, amigo íntimo del novio, la que va a mover los hilos del drama...
Entre una cosa y otra, nervios sobre nervios. Decidí salir al aire libre y visitar mi vieja patria. San Andrés.
Chani me metió en un apartamento en la muralla, con una tele gigante, y yo pensé: si Chani no tiene dinero, no tiene nada, ¿de dónde sacó esto?
J estaba también allí dentro, hablando con Dios. Estuvimos un buen rato, con un Chani pegajoso, pesado, hasta que lo puse a escribir un poema. Estuvimos un buen rato delante de la pantalla gigante. Salimos y J se retiró.
--No digan en bar Castillo que me vieron...
En bar Castillo, Chani pegó la hebra con el barman filósofo, Pepe.
--No estoy colocado. Trabajo por mi cuenta --decía Pepe cuando asomó David, procedente del espacio de la nevera de las botellas de cerveza.
--¿Qué te parece a ti, David?
--Eh, eh, a mí no me metan en la lata del gofio.
--Me cago en... --rugió Chani, y le pedí un cartón a Pepe para amansar al Gato, que escribiese otro poema.

"Las noches lloraron
y Jesús sufrió las mentiras.
Jesús consumió batatas blancas.
Alucinaba entre papayas.
Quinientos mangos se pudrieron.
Valles colmados de frutas.
--Jesús, ¿estás muerto?
--No, estoy en la parada.
--Ya se fue la última guagua.

Jesús era Salomón
y yo un pobre súbdito.
Partió el mundo en dos
y yo no tomé parte.
El pueblo se acomoda."

--Toma, ponlo en el blog y dedicáselo a Lizundia.

Pues bien, ya está puesto. Y mañana almuerzo con don Blas (nombre no verdadero) y por la noche otra historia: posiblemente primera cita con el Club de los Negocios Raros, nombre sí verdadero. (Ramón está en el Sur, Marcelino quemado de las noches de agosto... etc. Mañana, si puedo cuento lo que hubo, si algo hubo, en el norte a mediodía y en la capital por la noche.)

miércoles, 10 de agosto de 2011

vuelvo porque no me fui

Ni ponerme fuerte, ni caminar, ni pintar. Pintar sí, las paredes del patio. Y escribir. Poco a poco la novelucha del gigoló, personaje cada vez más alejado de mí mismo, el único acierto que me reconozco. Crear un mundo totalmente ajeno a la historia personal. El gigoló triunfa mientras no se enamora. A mí me pasa al contrario. Las mujeres que él conoció son lagartas, brujas, aprovechadas, taimadas, ladinas, y algunas cosas más que no recuerdo, todas menos una. Las que yo conocí todas me enseñaron algo provechoso, incluso la maltratadita. Sabía narrar, esa santa mujer. Pintar no, pintando era una contraída. En fin, tres novelas fabriqué desde el juicio, y dos con el mismo guineo: la violencia de género. Menos mal que en el gigoló está de telón de fondo ese género, nada más que la maceta que sostiene la planta. En el informe es la planta primer plano, y la maceta el telón de fondo. En la otra, abandonada en este portátil, reescritura después de la versión que leyó José Lizundia, no tiene nada que ver con la llamada "violencia machista". Menos mal. Todo está esclavizado por la fugacidad del tiempo. Un tiempo para llorar, otro para reír. Vanidad de vanidades. La feria de las vanidades. Creo que alguna vanidad me toca en la feria que se avecina, con frutos contundentes y rotundos. Hablo de amigos, en relación con el oficio de la escritura. En el de pintor impresionista, con toques de Toulouse Lautrec, lo que me interesa son las amigas. Ojalá me pidan un retrato (sería una osadía, no tengo piedad) y no un poema. Siempre que la modelo ponga buenos materiales. Aunque el otro día hice un retrato del Cuervo sobre un ramo de flores. En ese cuadro, delante y por debajo del Cuervo, entre las flores aparecen un moro y un judío, a veces dialogando y otras sólo mirándose uno al otro, midiendo la fuerza y la astucia del otro. El cuadro está muy bien, incluso sin los retoques que aún le faltan. Pero ahora toca pintar con brocha gorda. Dejarse de finuras y vanidades. Y a las posibles modelos, no pidan belleza ni rebaja.

martes, 2 de agosto de 2011

Sapo con escobillón, barriendo pa casa.

El narrador me pide aumento de sueldo. Dice que soy un usurero. Lo mando al carajo. responde que se va a buscar otro patrón. Pos vete, le digo. Me pongo farruco porque lo tengo atrapado, con una argolla en la nariz. Y si se pone bobo, le bajo el sueldo. Y eso que sé que otro como él no voy a encontar aquí en esta estrecha isla. Ya he conectado, por si acaso, con Lizundia, Ramallo, Marichal o Anghel Morales. y también con el Cuervo, y con Ignacio Gaspar, pero estos son duros, hombres duros que no leen poesía. Y ese es otro: el poeta. La musa lo dejó por otro, más guapo, más interesante y más rico. Pos nada, que vaya a buscar otra musa el poeta. Me dijo que se iba al fulgor del barranco a ver si la encontraba. Ojalá encuentre a Juan Royo y lo guíe como Virgilio a Dante por estos infiernos, purgatorios y paraísos de la escritura. Y el periodista se me está yendo de la lengua. Periodista que cuenta lo que sabe, machetazo. Lo despedí. Y los personajes amenazan con levantarse en armas y llegarse a esta calleja del barrio de La Maldad y ponerme en eminencia delante de los vecinos. Ni el largato Berto Linares, con sus artes de mono, me salva del asedio. Yo, el autor, creo que debo cerrar la empresa unas cuantas semanas. Además ya no me acuerdo de las homilías de Pedro ni de las maldiciones de Ramallo la noche del taco con bolas. No me acuerdo al pie de la letras. Sólo de la palabra "mantequilla", con un significado que en este caso nada tiene que ver con el tango en París. Así que vacaciones , como hoy en La Puerta, el último programa de invernadero, nos retiramos y volvemos a últimos de agosto. Con frutas olorosas, como nuestra consorte radiofónica Candelaria, y su programa La Candela...
En fin, como me dijo hoy el autor de Ensalada de canónigos a la salida del programa, ahora ponerme fuerte, caminar... Así que dejo este blog hasta dentro de unas cuantas semanas. Si siguen ahí, ya nos veremos. Un abrazo.

JRamallo en La Puerta

Esta tarde a las seis de la tarde

HITO HISTÓRICO EN LAS FEAS LETRAS
DE LA LENGUA ESPAÑOLA

con

el pirómano JRAMALLO

SÓLO PARA OYENTES LOCOS

¿saldrá del desierto de la apatía nuestro nahualt?
¿volará el Cuervo desde el Sur a las infames ondas de S/C?
¿repartirá viagras el hombre que ya sueña con Capri y sus noches de verano?
¿El lobo Niño hará valer sus conocimientos poéticos?

ESTA TARDE A LAS SEIS DE LA TARDE
EN
RADIO UNIÓN TENERIFE

lunes, 1 de agosto de 2011

más pinturas

Buscando el anillo mágico toda la tarde. Me lo quitaba y me lo ponía a cada momento. A este paso lo voy a perder, me dije. Y lo guardé en un sitio secreto. Ya no me acuerdo dónde lo guardé. La hora que es la sé por el móvil o el reloj de mi padre, el único que funciona. Otros hay por ahí desparramados. Todos sin cuerda. No sé qué hacer con ellos. Yo soy anti arte conceptual. A lo mejor los tiro a la basura. Quitar cosas para poner cosas. Ahora obsesionado con los tubos Rembrant. Hoy bajé a la Cruz del Señor y compré trementina, negro Rembrant y gesso. Dice el nahualt que soy impresionista. No sé yo. Sin el negro no soy nada. Sin el negro no brillan las luces. También compré zotal negro (me lo aconsejó el enamorado de una rubia bilbaína). Ya me están fastidiando los nueve mosquitos que rondan por la cocina y el patio. Dudé si asesinarlos o ponerles nombres. Adoptarlos. Al carajo, zotal y que se vayan.
Y también cuenta el nahualt que lo digo todo. Lo dicho, no sirve para detective. Lo que digo aquí, en un pequeño portátil junto a la ventana frente a donde las vecinas de La Maldad se asoman en las de enfrente a la caída de la tarde, sólo es la punta del iceberg. Lo que no digo aquí, lo digo abajo, en la sala, en el ordenador grande, herencia de mi sobrina Famara. Pero poco digo. La pintura es el arte verdadero. Pinto en la pared de la sala a Rebekach Broots. El resultado se parece más a un inquisidor del siglo XVII que a la venus malvada y pelirroja de la prensa amarilla. Asusta más que atrae. Pero el monigote está vivo y tiene poder, que es lo que importa.
Suena el móvil. Beba.
--¿Has visto a Orlando?
--No...
--La ambulancia lo está buscando por todo San Andrés... Tiene la hepatitis esa que es contagiosa.
Llamo a mi bruja preferida, que tiene conocimientos legales, exotéricos, y sabe de medicina. Me informa, nada de contagio si no hay sexo. Puedo ir tranquilo a visitar a Orlando, un día destos, si no se muere antes. Lo llamé. Ya quedé en irlo a ver. Habrá que ir preparando su despedida. Supongo que es el siguiente.
Y este martes, a los mejor salimos de la fresa de invernadero y JRamallo nos saca del letargo. Hablo de Radio Unión Tenerife. La Puerta.
--Un programa rompedor --dijo Pedro el otro día, el día de los poemas en el antiguo cine Baudet, de arabescas memorias. (Pedro se mosquió con Laureano de Lorenzo, porque estaba haciendo fotos y ya lo tiene como un espía del servicio secreto español).
--El cuadro está de puta madre --me comunica el marino usurero. Piensa cobrar por enseñarlo. Lo comunicaré a la SGAE.
Mientras tanto abro consultorio sentimental. Al primer cliente le digo que se arme de valor, hable claro y coja el coche y vaya a visitar al Diablo.
--¿Dónde está el Diablo? --me pregunta.
--Este martes en La Puerta.