domingo, 29 de marzo de 2020

Qué será, que será...

Sí, que será. Los vaticinios son que el mundo va a cambiar, de que la vida va a cambiar. No sé si cambiará algo o todo seguirá como siempre. Bajón económico, y a recuperarse quien pueda. Los emporios seguramente podrán. Pero tal vez si cambie todo. Ya en el lenguaje cotidiano, los escritos en fb, hay cambios. Se va más al grano, casi nadie se entretiene en la paja, salvo los pajientos, que esos no tienen curación.

Veo películas. Y antiguas series. Jely me ha fortalecido. Dios la bendiga.

Dios, pocos comprenden a lo que me refiero cuando hablo de Dios. Spinoza sí lo comprendió. La Biblia es un libro histórico, no revelado, que contiene enseñanzas éticas valiosas. Tengo que leer más a Spinoza.

Imagino un cuento donde los curas son en realidad soldados del diablo. La pederastia, el virus que ha plagado la Iglesia, es peor que la carcoma. No tengo material para un cuento, pero si lo puedo incluir en Barrio Chino, en el personaje de doña Pilar, que en una visita al Vaticano vio algo horrendo. Es una mujer loca que cree haberlo visto. Es su locura. Lo despacho en pocas palabras. Quizá podría usar el retrato que de las criptas sociales hace Victor Hugo. Doña Pilar es profesora que enseña el arte de la escritura. No se me ha ocurrido señalar su biblioteca, como Gabriel (el personaje principal de Cucarachas con Chanel) hace en uno de los episodios de la novela de JRamallo.

Muy bien en los libros de ficción narrativa que posee doña Pilar, encaja la novela de Juan Royo Puerto Santo. El episodio donde la monja sirve el desayuno al Obispo. ¿Cómo no se me había ocurrido? Ese episodio (gula) es un reflejo de lo que doña Pilar ve en el Vaticano (lujuria).

Barrio Chino es lo que un hombre escribe en un cuaderno durante cuatro días de encierro. Escribe sobre su vida. Es un hombre preocupàdo por su modus vivendi, su oficio. Servicio de compañía femenina. Rameros que se reúnen en un bar de San Andrés.

Dijo la señorita Calzaslargas, con sus moños manzanillas asomando por los lados, que le dediqué un tango a Belén. En señal de agradecimiento, señorita. Porque ella en su muro puso un poema mío de un tiempo antiguo, y me agradó que lo pusiera. Como me agrada que Jely le ordene al marido Nicolás lo que le ordena todos los días y no sé cómo agradecerlo. Si supiera bailar un tango. No. Nicolás me mata y acechador como él no se le escapa nada. Tendré que pensar.

Y ya que se pone, amiga del Sur, le dedico una décima que acabo de encontrar al lado de una botella de Carbonell:

¿De qué me disfrazo yo
pa seducir a mi amada,
ella es reina de las hadas
y yo un sátiro mamón.

No sé del fa ni del do
la nota que debo dar.

Qué difícil es amar
cuando polvo de calima
se nos viene encima
la noche de Carnaval.

lunes, 23 de marzo de 2020

Hoy en un grupo tolteca, donde alguien preguntaba qué era el desatino controlado, hice un comentario. Recordando una noche que fui caminando de S/C a San Andrés y cogí por la carretera que va a la dársena. Dos perros rabiosos salieron de la oscuridad y corrían, amenazadores, ladrando, hacia mí. Como es lógico, el miedo me inundó los huesos. Pero al mismo tiempo me acordé de una estrategia de don Juan Matus: si un animal te ataca, haz algo que él no se espere. Me puse a bailar sobre la pata coja y a cantar reburujinas. Los perros se pararon y quedaron bobos mirándome. Mientras yo me alejaba a la pata coja y cantando, vigilando el suelo por si había una piedra, la piedra no hizo falta, los perros se dieron la vuelta y con toda tranquilidad se me alejaron. Eso mío en ese momento creo que fue un desatino controlado.

Otro --ahora me acuerdo-- fue cuando la vecina peluquera, pared por medio, tenía una cañería rota que derramaba el agua y escurría por la puerta de la cocina de mi casa. No quería arreglarlo. Mi única posibilidad --me informó Juan-- era contratar a no sé quién, que diera cuenta de lo que había, si quería meterme en juicio. Descartado. Así que después de algunas locuras incontroladas --golpearle con un martillo la pared, a pesar de que su hijo es atlético y joven-- que no dieron resultado, una noche pinté en el muro frente a su casa QUE ACABE LA GUERRA Y HACEMOS EL AMOR. Debió de tomarme por loco. Enseguida llamó a unos operarios y le arreglaron la tubería.

Otro momento de peligro fue encerrado con un gitano en un servicio de un local de la noche. No me acuerdo por qué, el gitano sacó la navaja y me amenazó.

--Morir apuñalado por esa navaja es para mí un orgullo --le dije.

A partir de entonces no sólo guardó la navaja sino que me invitó a una copa y... bueno, una historia larga.

*
Leo en pantalla un cuento de Fonseca y otro de Rulfo. Ninguno tiene desperdicio. Y otro de los hermanos Grimm. De este conocía una versión que hicieron en una película mexicana. El cuento se titula El ahijado de la muerte, y la película Macario. En la película está mejor expuesta la historia. El cuento de Rulfo también se titula Macario. Piedra sólida los tres cuentos. Ninguna vanidad de los autores se cuela en sus relatos.
No sólo el desatino controlado es un arma de poder --según don Juan-- sino saber borrar la importancia personal. No es fácil.

jueves, 19 de marzo de 2020

--¿Jesús! ¿Jesús!...

Es Nicolás desde la calle. Media mañana. Yo estaba como un tronco y el hombre me despierta.

Me levanto de mala gana y me asomo a la ventana, piso de arriba.

--Que dejaste la llave en la puerta. Mira, te traje un pan. Te lo pongo en la mesa.

Me vuelvo a acostar. Sueño con C```.

--¿Por qué tu cuñado me mira mal? --me pregunta.

--Porque quiso tirarte un polvo cuando te vio en La Orotava y tú lo rechazaste.

El sueño es la casa de San andrés. Todos vivos. Mis padres y todo el mundo. Y mi cuñado aparece en la sala y C*** se va con él a la cocina.

Despierto. Recojo la mesa. Vergüenza me da que entrara Nicolás y la viera cómo estaba. Desorden y desastre. Me animo y sigo poniendo limpieza en la casa.

Segunda llamada de Nicolás.

--Toma --me da un táper--, Jely me dijo que te dé esto.

--¿Qué es?

--Conejo.

--¿Cómo va la cosa?

--Cada vez peor, Jesús, no salgas.

Qué bueno el conejo de Jely. Pensaba guisar unas papas para hacerle compañía, pero pruebo un poco y ya no paro. Conejo excelente, salsa exquisita.

Los discursos políticos del rey y luego de Pablo Iglesias son para borrarlos. Esa gente no piensa. Que disfruten de lo que tienen. No les envidio nada. Pero que se ahorren palabras huecas, cacareos de gallinas. En el significado que tiene esa frase. El cacareo de las gallinas reales es otra cosa. Sonidos llenos. Prosa en el patio. No retórica hueca, podrida, infame. En fin, mejor no oirlos, porque todo se pega. Madera toco.

Si tengo voluntad, apago el ordenador unos cuantos días. Hay que escapar del ruido innecesario. Me agrada leer a mis amigos y a algunos enemigos, pero si puedo lo dejo para más tarde. Un beso, con mascarilla.

miércoles, 18 de marzo de 2020

Carlos, el marido de la vecina galante (ahora pelirroja), me toca en la puerta. Se queja de que le dieron las vacaciones y

--ahora voy a tener que estar encerrado en casa con esa mujer que se está volviendo histérica.

Histérica no sé, algo nerviosa sí. Carlos me encargó que le hiciese  a él un retrato, un autorregalo para su cumpleaños, en abril. Yo como no tengo vergüenza le dije que sí. Pero tanto se quejó de cómo se está poniendo su esposa, que a punto estuve de decirle que en vez de a él podía retratar a su mujer, así estaba un poco menos en su casa y un poco más en la mía. Es una mujer digna de un cuadro, movimientos de bailarina de caja de muñecas.

Nicolás, tu preferido, oyó y despertó --estaba en la siesta-- y abrió la puerta. Su mujer, Jely, otra vez aplaudiendo. A lo que no salió fue a la cacerolada. Por eso no salí yo tampoco. Oí el discursito del rey y me dieron ganas de cagar. Cuando volví a asomarme a la calle, ya no había nadie. Subí al Komo Komo. No estaba en la caja la muchacha, de armas tomar, que contaba que una noche de carnaval se restregó contra todos los hombres que le salieron al paso. Ella no se acordaba --eso dijo--, se lo contaron las amigas.

--Bueno, una noche es una noche --dijo.

Hoy no estaba. No le pregunté qué más había pasado esa noche. No estaba. La cajera me dijo que llevara el tique.

--Si la policía te ve sin tique... están que no hay quien se escape.

Yo me escapé. Bajé por la escalera que da de frente con la puerta de doña Celenia. Con la cuarentena encima, no se atreve a visitarme. No pude decirle buenas tardes.

Abajo avisé a Nicolás y le di una caja de cigarros que le había comprado.

Es todo por hoy.

martes, 17 de marzo de 2020

Sigue la cosa

todo pasa y todo queda...

Escribo para entretenerme. Poco tengo que decir.

He escrito demasiado.

Las dos novelas que tengo en la cuadra, dispuestas para salir a la carrera, no me disgustan. De Barrio Chino, Belén y Eduardo tienen una copia, pero ya ha sufrido algunas transformaciones. Lo más difícil, lo que aún no está resuelto, es la presencia de una perla que tiene la virtud de hacer ver lo que desconoces. Esta perla la puse en la novela casi en broma, pero ha ido tomando seriedad. La perla es el cinabrio de la novela (en la alquimia el cinabrio es un componente insignificante sin el cual no es posible lograr el oro)... Ahora me hace recordar los boliches de barro y los boliches de cristal. Antes de estos últimos hacerse comunes, en el pueblo sólo los tenía el hijo del rico, el dueño de las fincas que rodeaban el pueblo, el mismo muchacho que tenía un balón de reglamento y era muy torpe jugando a la pelota pero jugaba porque era él el que ponía el balón. Quizá a la novela le falte eso que llaman color local. Episodios que recuerdo de la infancia. Las procesiones, todo un espectáculo. Las misas en latín, la voz profunda del cura. Un chiquillo que volvía en madrugada de la pesca y con el balde con pescado se puso a golpear todas las puertas porque había visto a un fantasma. Más tarde se descubrió, según la lenguas, que era una mujer que salía de noche a visitar al querido y, para no ser reconocida, se cubría con una sábana. Hay también en mi memoria un loco que vivía en la montaña y bajó al pueblo desnudo --los chiquillos dejamos de jugar a los boliches-- porque había quemado su cabaña en el monte, y una vecina vieja le dio una toalla para cubrirse, y todo el pueblo detrás de él hasta que llegó al muelle y se tiró al agua, con ganas de ahogarse. Chachán fue quien lo salvó.

*
Hago cábalas simples. Las palabras que pueden escribirse con las letras de CORONA

RON
ANO
ORO
CORO
ARO
NO

 RON, la borrachera de multitudes el 8-M.
ANO, el protagonismo del papel higiénico.
ORO, no caigo a qué puede aplicarse en esta historia de hoy.
CORO, los aplausos de las seis de la tarde.
ARO, la forma del virus.

La mujer de Nico esta vez no aplaudió asomada a la ventana sino que salió a la puerta. Yo también. Una puerta está enfrente de otra. Al  terminar de aplaudir, clamó ¡qué bien, Jesús! y vino hacia mí y casi me abraza. Nico, desde la ventana de arriba, la paró en seco.
--¿Qué vas a hacer, Jely?
Qué hombre. No aplaude pero no deja de acechar.
--Ya desapareció la rata. Alguien se la llevó.
--Y ¿no vistes quién?
--No.

domingo, 15 de marzo de 2020

Pepe le llama la atención a Jordi, que copió de su muro unas coplas que hice yo, coplas volanderas, pasajeras, efímeras. A mí también me extrañó que Jordi dijera que eran de un amigo y no dijese quién. Pero me llamó la atención una cosa: que puso un corazón un lector que si sabe que soy yo el autor no pone ni un asombro.
Sin querer, sin ser consciente, como si lo hubieran planeados los dioses, Jordi le tendió una trampa a su amigo lector que celebró mis versos. Que Jordi no lo hizo con inocencia, me di cuenta por sus comentarios posteriores. Fue Belén la que puso el nombre del autor y él luego se explicó con torpes disculpas. En fin, nada del otro mundo. Tendré que mirar otra vez a ver si desapareció ese corazón entrampado.

El mundo del arte y las letras (como todos, supongo) está minado de vulgares trampas, subterfugios que dan vergüenza ajena. Quejarse de eso es como entrar en la selva y quejarse de las hormigas, las pirañas y las larvas.

Pero peor trampa es la que un autor se pone a sí mismo porque piensa que su obra es el no va más y empieza a adular a los que están en las tarimas para que su obra sea socialmente celebrada, y recibe a cambio, desde las tarimas, patadas en el culo y para colmo su obra, que él cree diamante. no es más que cristal de culo de botella. El resentimiento posterior de ese autor es ridículo y repudiable. A llorar al barranco.
***

La pandemia sigue su curso. Junto a las teorías de control mundial, la realidad cotidiana da avisos de saber estar, pero también voces histéricas que hasta yo, socialmente insensible, me preocupo. Si la histeria crece, en vez de menguar, va a ser más corrosiva que el virus. Pero no se puede atajar la histeria. Callarla. Es peor. Se convertiría entonces en una bomba de relojería.

Mañana Lunes comienza el día cero. Confío en que esto --como dice mi hermana-- nos haga reflexionar seriamente y dejar atrás lastre que no sirve sino para encadenarnos. Costumbres insanas y rutitas mareantes o zombis. Y torpes trampas.

Voy a seguir trabajando. (Eso de los nombres no va por tí, amiga y escritora del Sur. En tu caso es acertado que me resguardes de la luz pública; es una de las reglas del amor cortés, del tiempo de los trovadores. Pero si quieres la próxima vez que me pongas un nombre, si puede ser llámame Juan Cabrón.) Y esto me recuerda que quizá sea el momento de desempolvar las coplas de Juan Cabrón; hay algunas muy aceptables.

sábado, 14 de marzo de 2020

En el hoyo de Eloisa
hay vitamina B
que me despierta la risa
y eso no puede ser.

Que tengo tres dientes rotos,
enterate ya, Pamela,
y para inri y jodienda
se fueron todas la muelas.

En el hoyo de Teresa
hay un misterio escondido,
unos dicen sabe a fresa
y otros sabe a tomillo.

Que ya no soy un chiquillo
entérate Maribel,
que triste tenerte lejos
y no poderte tener.

Se enamoró don Melón
de una garza voladora,
era de nombre Isabel,
¿cómo se llamará ahora?

Si se llama Beatriz
está con Dante en el cielo;
si se llama mi vecina,
tiene los pies en el suelo.

Si no tuvieras marido
yo caería en tu huerto
y plantaría en tu surco
la semilla de los cuentos.

Más cercana está la monja
que pasa por mi calle
diciéndome pecador,
recuerda que no eres nadie.

Soy, señora, emperador
de la isla de los locos,
feo y desconchando
tengo yo la flor de loto.

Si yo soy el doctor,
tú eres la medicina

Y en este preciso momento me toca con las palmas de la mano la ventana, vio luz y toca. Le abro la puerta. Entra. Pide permiso y entra. Le pongo una banqueta a un metro, como marca la ley, y dejo que hable. Él habla y yo copio. ¿Qué voy a hacer? ¿darle una patada y que se vaya a su casa, ahí más abajo? En fin, el habla de don Luis.


--... yo lo veo a nivel más político... oye tienes un porrillo ahí?... vamo a ver los locos si los locos es un derecho los locos tienen más razón porque ellos son producto de los que tienen razón... qué quieres que te diga... yo cuando no eres feliz no entiendes del tema pero si en el vivir no tienes necesidad pa qué me sirve la vida a mí si me va a llevar hasta la muerte o hago una locura frente al sistema que no me gusta nada no es que yo me aleje de ti...

Aquí ya empieza a hablar consigo mismo, sentado en la banqueta. A ver lo que aguanta. Si se pone pesado lo echo, porque no voy a seguir copiándolo,  porque cuando habla es una locura; sobrio es un pesado, borracho es una locura pesada.

Joder, me está entrando complejo de franciscano.

--Dependemos de algo que no tenemos cientificamente comprobado...

Enguruñado está en la banqueta. Voy a tener que tomar medidas porque si se desploma...

--... claro que tienes derecho a pensar metafísicamente...

No se quería ir. Lo saqué obligado. Lo llevé hasta la casa. Perorata perorata perorata. No sabe estar solo y no hay quien lo aguante. Bueno. Mañana es domingo. Ya es domingo.

viernes, 13 de marzo de 2020

Agripina se fue y vino la cuarentena. Estamos en cuarentena. Tiempo de cuentos adorables. Los que puedan contarlos.

En momentos dramáticos los cuentos son extremadamente adorables. Las mil y una noche. El Decamerón. Y todos tienen final feliz. La situación exige ir al grano, no andarse por las ramas. No hay tiempo que perder. O morimos o nos besamos. 

Presiento que esto nos lleva a una transformación importante. Pienso en el cuento de Boris Vian donde el mundo se queda a oscuras. En la oscuridad ocurre la verdad y la belleza. La confusión se aclara.

El gran protagonista hoy es el papel higiénico. Asociado al verbo cagar. Pero ¿a qué se debe la fiebre de acumular toneladas de papel higiénico? Si fuese de rollos de papel de cocina lo comprendería. Tiene múltiples usos. El higiénico parece tener sólo uno. Imaginar a un/una semejante limpiándose el culo es valorar a esa persona en su justa medida, ni más ni menos. Cuando joven e impulsivo una vez prediqué que para saber si el amor es verdad, los dos tenían que cagar juntos. La mierda que no molesta es señal de que la persona que la caga es el mejor aliado que podemos tener. Lo tomaron a broma. Nadie creyó que yo estaba hablando en serio.

La mierda en la novela de Sade Los últimos 120 días de Sodoma (y en Agosta escribe) está entre el goce sexual y el goce criminal. Entre el sudor y la sangre.

Rubem Fonseca tiene con la mierda un cuento más amable, menos escabroso. El hombre del cuento todos los días analiza lo que caga, y se hace un nigromante de la mierda. Conoce, gracias a las señales de la mierda de cada día, a la mujer que le conviene, la que caga con él, y conoce al mono rey de la rueda de la fortuna.

Nicolás el vecino me estuvo contando aventuras de cuando trabajaba en la Residencia. Tenía que haber escrito las aventura de Nicolás. Hablamos de la calle, del barrio, de este, de la otra. Si estuviera animado le decía

--Nicolás, tú habla y yo escribo, te copio.

Pero ahora tengo que parar esto. Tengo que ver bien (lo que se pueda) los poemas de ... y concluir el prólogo.

En el aire queda.

miércoles, 11 de marzo de 2020

Agripina

así se va a llamar la dama del jardín

Seguramente lo reduciré a Agri.

--Agri, Agri, ¿dónde te escondes? Asoma el hocico, enseña tus dientitos blancos.

A mi amiga  que le puso el nombre le diría que enseñara lo que incluso el espejo esconde.

Recuerdos algo significativos con ratas tengo algunos.

Policarpo. Un amigo de la infancia que en vez de temer a las ratas, si veía alguna salía detrás de ella a cogerla como si fuera un perrito.

Policarpo. Cuánta historia en este nombre. Mi familia habitaba en la casa del guardián, mi padre, en la calle Febles Campos. Carmen vivía en una cueva en Las Llavitas, con un marido loco. Lo metieron en el manicomio. Ella pasó a vivir a mi casa, en una cama en mi cuarto (era palmera, bellísima) y pudo sacar a su hijo de la Casa Cuna.

Carmen. Una historia de amor que nunca he contado.

El más cercano amigo en San Andrés (teniendo yo 9 años nos mudamos a S/C. A Febles Campos) se llamaba Pedrito. Y más tarde, ya en el colegio Tinerfeño Balear (junto a la calle Miraflores) el mejor amigo era Pineda, una eminencia en matemáticas, idolatraba a Einstein. Pero no era un pitagorín ni un pedante. Corrimos aventuras por montes, playas y barrancos.

Amigos con P han venido aún más.

Bueno, otras historias con una  rata. La de la mágica novela El viento entre los sauces. Hice para Júcar una versión de esa novela. Me acuerdo de los personajes principales, la mandona Rata de Agua y el sufrido Topo. En esa versión el topo llegó a dormir con la presumida rata. Y luego oyeron la flauta de Pan entre los sauces.

Caigo en que Pan es la primera sílaba de Pandemia. Palabra hoy dominante. En el siglo XIV fue la peste, y Boccaccio escribió El Decamerón. Este libro ahora en mi memoria es de monjas que saben vivir el pecado y de pecadoras que saben sacarle los cuartos a los palurdos. 

--¿Tú qué dices, Agripina?

lunes, 9 de marzo de 2020

Alonso Quijano cuando mudó de estado, mudó también el nombre y pasó a llamarse Quijote. Que rime ripiosamente con Cipote es algo que han aprovechado algunos hacedores de colorines, los dioses los confundan. Si hay algún amor platónico en la literatura universal, el del ridículo caballero se lleva la palma. Tan ridículo que ni siquiera existía realmente el motivo que inspiraba ese amor. De igual manera que don Quijote fue una ensoñación de Cervantes (o del primer autor, el moro no me acuerdo el nombre), Dulcinea fue una ensoñación de don Quijote. Todo el tiempo estuvo con esa tontería en la cabeza. Hasta que despertó, en el sentido que está en la canción mexicana de que la vida es sueño y la muerte el despertar. Sin esa muerte final, el libro es un compendio de cómicas y agridulces aventuras. Es en las páginas finales que cobra una seriedad que hiela el corazón. Eso se lo debe Cervantes a Avellaneda. Sin la torpe intervención de Avellaneda, el libro se hubiese quedado en agradable lectura pero no mucho más. Esa muerte del triste caballero es la carga de profundidad que dinamita todo lo anterior y lo hace grande, sublime.

Cuida el final de la novela.

Jim Thompson también tiene finales que hacen caer el resto del libro en un torbellino. Espantosamente sobrio.

domingo, 8 de marzo de 2020

Ahora estoy más fresco de noche que de día. Eso me jode porque me descontrola el sueño. Estoy botado de día y no hago lo que debo,la compra sobre todo. Tengo que volver a recuperar un ritmo normal, y dejarme de política. Demasiada carcoma. Unos y otros.

Tener dos novelas sobre la mesa de trabajo es una insensatez. Cuando no trabajo una, trabajo la otra, pero están las dos ahí. Molestándose. Las dos tienen una zona común. La relación con la madre. Una interpretación o versión de Edipo.

Tengo que recuperar el sueño normal. Vivir de día y dormir de noche, como es natural en los animales de mi especie.

La relación con la señora Celenia me recuerda la de un pintor inglés, muy bueno, con cara de cochino --escupía sobre el lienzo y mezclaba la saliva con el óleo--, con la criada un poco boba que le hacía la comida y le limpiaba el cuartucho. Se desahogaba con ella. Cuando conoció a otra que le despertaba más pasión, ni se acordó de la criada. La dejó en banda. Ella lo echaba de menos. Cuando lo vio con la otra, murió de pena. Esto en la película. En el Tea. Juan dice que ahora están echando películas mediocres. No ha valido de mucho, en el cine del Tea, el cambio de Gobierno. En fin. Perros todos.

La rata sigue haciéndose visible y asustando. Aún no le he puesto un nombre. Si no tiene nombre no es nadie. No tiene uno derecho a hablar de nadie.

Mi amigo Jesús Zatón publica en Fb una conferencia que dio sobre Jesucristo y María Magdalena. Sigue la teoría del Código da Vinci. Me llamó la atención una cita que hizo de un evangelio apócrifo.

--Yo soy el principio y el fin, yo soy la puta y la santa, la esposa y la virgen, la silenciosa, yo soy la pronunciación de mi nombre.

Me acuerdo del muchacho que se hizo caballero, en la novela de Greal. Una de las reglas que le transmite su madre, es que no entre en conversación con nadie hasta conocer su nombre. Somos el nombre que tenemos.

sábado, 7 de marzo de 2020

borrador para un prólogo

Hay palabras que se sumergen en las profundidades. Las hay que caminan por la superficie. Y las hay que están en el aire. Sólo Dios sabe dónde está la palabra alma.

Sólo Dios sabe dónde está el alma

Hay en las palabras una música, fría o caliente; húmeda o seca.

Las palabras de ... se mueven en la superficie. De las profundidades le llegan los ecos y de las alturas el aroma de las flores. Particularmente, pienso en el jazmín. Y en la música seca en una calle de barrio. La poesía debe volver al arrabal que la hizo crecer, pienso a continuación. Al fango del que resurja una flor de loto. La que hay se está plastificando.

Leyendo estos poemas, pienso más que nada en El cantar de los cantares. Pero la humedad del cantar aquí ha desnudado su cauce. La voluntad del verbo carece de adorno. La palabra retorna enteramente al cuerpo. La palabra está en el cuerpo.

El jazmín la impregna. La música seca le da la fuerza al animal envuelto en piel humana.

Todo lo cercano se aleja, dijo un poeta. Dímelo a mí, modesto prologuista, que cuánto más cercano estos versos, mas veo que se alejan. Nos pasa a los viejos verdes que sentimos acercarse el gris.

El libro es un atributo de Dios. Él sabe dónde está el alma. ¿Allí nos lleva la palabra que fluye en estas vibraciones?

No sé si este libro está escrito con la inteligencia de Dios que es infinita, y que la poeta no ha sido sino un intermediario. Sabemos, sin embargo, que es un texto humano. Un texto de mujer.

viernes, 6 de marzo de 2020

Vi Edipo rey de Pasolini. La encontré en italiano. Los largos parlamentos no los entendí. Pero casi no hace falta. Vi la película porque Eduardo puso en su muro un elogio a Pasolini. Uno de los grandes cineastas que en el mundo han sido, comenté. Esta aún no la había visto. Me incitó el comentario que hizo Ángel Sánchez. Dijo que Pasolini bien pero que esa película no. La calificó de "verdadera plasta exotista" y le dolió ver a "Callas haciendo el ridículo".

--Es una manera de verla --contestó Eduardo, muy educado.

No sé dónde Callas hace el ridículo. Aunque el ridículo, es verdad, es un componente marcado de la película. Sobre todo en los atuendos. Un ridículo sublime. Pero en ningún momento el personaje de Yocasta es ridículo. Sí es ridículo Cayo, el propio Edipo  (un aquí estoy yo) y más y más personajes. Esa estética hace aún más cruel la tragedia. Me llamó la atención la ausencia de agua en toda la película. El aire aparece, y el fuego y la dominante tierra, y la madera, pero el agua brilla por su ausencia. No se la ve por ninguna parte. ¿O sí y no lo recuerdo ahora mismo? Sin embargo, en la primera y la última escena (antes de cambiar de estética, de tiempo y de decorado, los últimos tres minutos) el recorrido de la cámara por ramas de árboles me daba la idea del fluir de un río, y recordé lo que ya es tópico recordar cuando piensas en Heráclito; nunca se baña uno en la misma aguas del río, o algo parecido.

Todo el tiempo que la veía pensaba en Puerto Santo, novela de Juan Royo. Era como si a la par de la película de Pasolini, pasasen por mis ojos escenas de la novela, épica bufa, de Juan. Y eso que a simple vista poca relación hay entre la tragedia de Edipo y la novela.


jueves, 5 de marzo de 2020

Quedé con Evelia en la MAC. Del acto que allí había, hice un cuadro en Fb. No sé si hacer otro aquí. Cité una poética creo que de Faulkner: si tienes que cometer barbaridades para escribir algo bueno, eso es lo que tienes que hacer, esa es tu obligación. Debí explicar a qué terreno el escritor debe llevar a cabo esas acciones si son necesarias. A su terreno. El terreno de un escritor es la palabra.
Paco Ignacio Taibo II, director de la Semana Negra, lo decía de otra manera más pedestre.

--Gracias a que soy escritor puedo matar a mi suegra tranquilamente.

O sea, que la mata en su terreno, en las palabras.

Si Castell no mata a María Iribarne, El túnel no existiría. Si el hijo de la amante del marinero no mata al marinero, El marino que perdió la gracia del mar no existiría. Si el macho penco fascista no mata al cónsul, Bajo el volcán no existiría.

Eso no quiere decir que se ponga uno a matar gente a lo bobo, amigos y enemigos. Bueno, no sé. El jolovo de La naranja mecánica y su manada, todo el rato estaban jodiendo gente. Y si vas a Sade, lo mismo pero peor, y encima semejante a las meditaciones de Ignacio de Loyola (según un francés que ahora no recuerdo el nombre). En fin, ejemplos a punta pala.

La novela negra sería rosa si no tuviera asesinatos. Y nombrar la novela negra me hace pensar ahora que el recurso al crimen corre el peligro del fácil recurso, de lugar común. Cualquier recurso se vuelve inoperante cuando es usado hasta en la sopa. La novela negra se dio a valer --sustituyó a las del oeste-- porque en su momento le dieron valor a la calle. La literatura salió de los palacios y la dama bailó con el vagabundo. Pero toda inflación mata el signo. La cruz que pintaron en la puerta de un judío para saber dónde vivía, para que unos sicarios lo supieran y lo quitasen del medio, al final se convirtió en nada. El signo perdió valor. El judío amenazado supo lo que significaba esa cruz y ¿qué hizo? Llenó de cruces todas las puertas de la ciudad.

A lo mejor hay que actualizar el consejo: si para escribir una buena novela, tienes que no matar a tu madre, no la mates. En Kafka, en lo que ahora me acuerdo, no hay ningún crimen. Tendré que comprobarlo.

miércoles, 4 de marzo de 2020

y me estrechó sobre su blando seno

Ahora el audiolibro que estoy medio oyendo es la Divina comedia.

Intenté leerla en la juventud, pero la traducción que tenía era un tostón. La del audiolibro cae a veces en ripios horribles, pero vale la pena oir esa obra de Dante.

De los libros que me dio Juan, ya escribí en Fb de Hubiera o hubiese amado. No lo puse bien. Lo puse en el contenedor. Opinión de lector. Me interesa más la opinión que me provocó como hombre que conoció aquella época y gente que sale en el libro. A Elena (supongo que es Elena del Castillo) la nombra una vez, de pasada. Dice que una chica lo llama por teléfono para ponerlo verde porque salió un día con Elena. Elena del Castillo está oculta. Su obra es breve. Diez poemas lo más. Pero es lo mejor que escribió nuestra generación. Sí, vale que leas a Gimferrer, a Valente y al Lucero del Alba. Pero que a una poeta que era más elevada que tú, la nombres como paisaje y como quien no quiere la cosa, eso no está bien. En fin, es un cuaderno que él dejó en la gaveta. Lo publicaron después de su muerte. No es responsable de lo que hicieron.

con oro en mano lo echó al abismo

*
Quedé mañana jueves con la persona que me pidió un prólogo. En la Mac. En la presentación de un libro de Arroyo Silva. Seguramente soy un mal bicho. Nada hago yo donde tal poeta celebra su fiesta. Pero voy, a lo mejor

por escapar de este lugar dañino
 a donde mirar un lugar divino 

Con Silva tuve un pleito en Fb. Se sintió con autoridad para aconsejarme que no tenía yo que escribir una cosa que escribí. Y luego, se sintió con la autoridad de quien te perdona la vida. Lo mandé al carajo. En fin. No voy en son de guerra ni de paz. Público más, y hombre que va a ver los versos de otro autor. A lo mejor su libro es bueno. Y eso estaría bien. No aguanto a un idiota (conmigo ya tengo suficiente) pero si el idiota hace una obra valiosa, de fontanero o de escritor, lo celebro.

*

vete alimaña al otro extremo

La señora Celenia, a las cuatro de la tarde, su hora de visita, toca en la ventana. Estoy en el sofá, sumergido en un sueño no muy sereno. Despierto a medias.
--Adiós, Jesús.
--Adiós, Celenia.
Y me pregunto si su enamorado de más arriba le habrá seguido otra vez los pasos. Cuando viene a visitarme, al poco aparece el hombre bajando y se para delante de la ventana, a mirar padentro. Cuando más luz hay afuera, menos se puede ver lo que hay en la penumbra de adentro.
Sigo durmiendo y despierto. Son cerca de las seis. Hora del club de lectura. Dudo si ir o no ir. Bueno,voy. Para nada. No estoy fino para pensar en nada y sólo atiendo la matraquilla de Gabriel Bello. El hombre no tiene más fijación que señalar si la novela es éticamente ejemplar o no, y si el autor también lo es o no. 

es tan espeso este manto de plomo reluciente

El profesor Bello estuvo investigando la vida política de Victor Hugo.

--Sí, en la novela defiende a los más necesitados, pero en 1848 cuando fue alcalde se comportó como... --no sé que adjetivo empleó, un sinónimo de hijoputa.

Qué más da  lo que fue o no fue el autor. ¿Está obligado a presentar un certificado de buena conducta? ¿Y qué es eso de bueno y malo? En fin, no estaba yo fresco y no dije nada. Tampoco le hice la corte a Africa. Me fui después de la reunión.

en la postrera piedra suspendida


martes, 3 de marzo de 2020

Nuevamente
al japonés
exquisitas menudencias
que no están en Japón
dice Juan Royo
mi amigo
el invitador
viene a buscarme
a la escalinata
chez Ibrahim

¿Quedaste con tu hermana?
pregunta Ibrahim

no, con un amigo

ah van a cenar

se queda con ganas
de saber dónde
no se lo digo

Juan trae tres libros
luz en la arena
Roger Wolfe

--Este te lo traje porque sé que era amigo tuyo.
--Sí, es quien inspira un personaje principal de Hotizontal blues.
La conversación cambia. El hizo una corrección de esa novela en un borrador. Señaló un estilo más apropiado. Desde entonces ha ido creciendo. Hay en esa novela dos crímenes. Uno puede comprenderse. El protagonista narrador mata a su hermano y a su mejor amigo, el personaje que inspiró Roger. El primer asesinato es comprensible. El otro no. Hay que pensarlo y mirar por debajo de las palabras para comprenderlo. Otro personaje en la novela es el crítico José Luis García Martín, también amigo pero con menos trato íntimo en aquella época de Gijón. Este está más desvirtuado en la novela, en cuanto en la acción.
Le pregunto a Juan por su obra ambientada en la Gesta. La tiene guardada. Le sugiero dársela a Anghel y yo darle la mía. Barrio Chino me agradaría que la leyese. Un personaje está inspirado en él. Sólo inspirado. Es el más serio y sensato de todos los putos del bar Acapulco, en San Andrés. También he trabajado esta novela después de que Belén Valiente le hiciera el epílogo. Quiero que la lea e indague en una perla que recorre, de una manera un tanto extraña, toda la obra. Sólo él puede descubrir el brillo que aún le falta a esa perla. Entonces también estará lista para darla a la luz.

Primero nos sirve una camarera que tiene los dientes estropeados como yo, pero menos. Los dientes estropeados es un también un tema recurrente en Barrio Chino. 
--Yo en otra vida seguro que fui japonés --le digo. Es la comida que más bien me sienta, al alma y al cuerpo, de todas las que conozco.
Es un caballero mi amigo. No me dice: Tú no eres bobo ni nada.
Me habla de la comida tailandesa. De una fruta que apesta y cuando cagas se nota más. Habrá que ir a Tailandia a probarla. Ese viaje tengo que hacerlo. Continuar, con verdad, no con subterfugios, lo que comencé a escribir. Él también quiere volver. Instalarse allí y escribir una novela. De un enano músico que conoció, música cañera, con novias que se lo rifaban para llevarlo a dormir después de la actuación, en un lugar pequeño donde no cabía el público, que oía desde la calle...

Otro libro que me trajo es la historia de Hupalupa, contada por su hija. Una novela de la colección G21 y Yo hubiera o hubiese amado, de Felix Francisco Casanova.
--Sabía de memoria los poemas de Rimbaud.

A la salida de la casa de comida japonesa me lleva a un lugar que parece de otro tiempo. Un lugar en lo alto de Santa Cruz. Alguien abre la puerta. Dentro hay una penumbra brillante que difumina todos los rostros. No preguntar a nadie su nombre es la regla, nos dice el que abrió la puerta. Entramos. La cierra.
miércoles jueves
sábado y domingo
el tiempo pasa
como en un bingo
dejando suerte
o no suerte
cantando

limando están 
los días las horas
y los años royendo
los días

y don quijote
llamando doncellas
a quienes del virgo
no sabían
ni cuando
se les fue

todo lo que ves
es fantasía
nada desprecies
ni ames demasiado

quemarán libros
de caballería
salvarán del fuego
Tirante el Blanco
bella sinfonía
de caballería

Esto con El Quijote en audiolibro. Me gusta más que el de ayer. Debe de ser la voz del lector. No. El de ayer también era buen lector. Es la música. La variedad de instrumentos. Los diversos estilos. El Quijote es un collar de estilos que se encuentran y bailan juntos. Cien años de soledad puede que sea una perla, pero no es una perla negra. Es una perla de imitación. Da el pego pero no. No tiene la verdad del Quijote, aunque intenta tener parecida gracia. Lo intenta.

Conté en facebook de unos libros que había en la basura. Bueno, al lado de los contenedores, en dos cajas, bien puestos. Cuando volví de Ibrahim, ya no estaban. Alguien se los había llevado. Todos, no dejó ni uno. Ni Las flores del mal, ni Crimen y castigo, ni El túnel, ni El americano tranquilo... Ninguno. Dos posibilidades. Encontraron un nuevo lector o los encontró a ellos el buhonero del barrio. Ayer tocó en casa. Me ofreció unos playeros. Vade retro. Le dije que no. Me pidió dos euros prestados. Se los presté.

Sigo oyendo el Quijote. Buen descubrimiento lo de los libros leídos. Otro lee y tú escuchas. Oír es una manera de leer. Leer es una manera de escribir. El aire es la tinta. El oído es el papel.

lunes, 2 de marzo de 2020

Si viene el cura
le cortamos los huevos
le cortamos la cuca
la cabeza ponemos
de badajo en campana
que toque la novena
y lo que dé la gana
que case a mi hermana
que case a mi tía
que la huela un perro
y orine el sonido
el cura ya es ido
bien lo matamos
bien lo capamos
como a Bautista
la cabeza cortamos
sangra la campana
por el badajo
calle pabajo
mucho pienso
mucho hablo
mucho canto
más que un pájaro
dios está libre
sin carcelero
le cortamos la cuca
le contamos los huevos
doña la vieja
se quita el luto
se lleva la cuca
y a su marido
le dice bandido
ponte esta cosa
a ver si funcionas
y sirves pa algo
buscate un querido
le dice el marido
respeta el sueño
que estoy dormido
ella lo mata
en un suspiro
trocea la carne
la guisa al fuego
y da la cena
a los cinco hijos
mamá que esto
pregunta el mayor
es el corazón
de tu padre
pues mire madre
cómalo usted
que esto no sabe
a nada bueno
ya no hay cura
todos ateos
todos en filas
salidos perros
buscan las hembras
que tienen tiempo
de abrir las piernas
y el conejo
dame la polla
zángano fiero
dicen todas
al mismo tiempo

y aquí lo dejo. Esto escuchando por el internet Cien años de soledad. Un rebumbio de cuentos infantiles contados por un salido. No me gusta. Pero se puede oír. "En el cuartito enrarecido por el frasco de mercurio". No creo que lo oiga entero. Pero hay temas que me afectan. La dentadura que transforma al gitano Melquiades. La falta de dientes recorre Barrio Chino, los que le faltan a Chi, el narrador y personaje principal. Me doy cuenta que eso en un handicap. Un protagonista que narra el cuento es un poco maloliente, pedante, pero bueno, todo es música. Incluso esa. Música de cabeza de hombre puesta en un badajo, como en Tristana, novela de Galdós y película de Buñuel.
 Un día en Venecia paseando con mi mujer, vi a Gabo. Parecía un figurín. Recién estrenado el gran Premio. Prefiero a Cunqueiro. Tengo que seguir leyendo a Cunqueiro.

Mañana mejor. El Japón me espera. A ver.

"fue Buendía quien mandó plantar de almendros todas las calles de Macondo".