El pueblo está con una capa
puesta de sombra espesa,
como si hubiese perdido la fe
y ni los perros ladrán y muere
ya el agua de la tormenta
en los barrancos.
Tambalea cuando dobla el castillo
el poeta Orlando, ninguna editorial
le abre la puerta y escribe
sin ganas sus versos el poeta.
Su antiguo discípulo, su ex amigo del alma,
tiene un nuevo libro, fresco,
y da recitales en Madrid y él se pudre
sin dinero, buscando a un primo
que le pague el chinchón de la mañana.
Y a mediodía, va a comprar el pan
una vecina que parece un cadáver,
y los clientes del bar de Manolo
tienen las cabezas agachadas
y José Juan no vende el pescado
y su mirar al cielo es un poema.
Tarde, tocan las campana de la iglesia
llamando a una misa, ni una beata,
la iglesia vacía y el santo como si ya estuviese
harto y quisiera irse a cualquier lugar
lejos de aquí.
Y por la noche, ni una falsa alegría
merodea los bares, y las máquinas
descansan, y las teles y las murgas y los partidos
y ni el mar se oye y nada suena
ni con alegría ni con tristeza.
Hay más días que lentejas,
dice el sabio de los refranes.
Con suerte, mañana será otro día.
Simplemente maravilloso el poema. Ojalá que el nuevo día traiga la luz azul y la alegría al Pueblo.
ResponderEliminarCompletamente de acuerdo con Campanilla, a pesar de la poca misericordia que ha tenido su reino con el Tete, ja ja
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