miércoles, 24 de marzo de 2010

escritores

Cuentan, y es mentira, que Celyne estaba un día en una librería de Los Ángeles y hojeaba una obra de Thomas Mann... "Este autor cree que el aburrimiento es una forma de la belleza"... La historia se la inventa Bukowski, que mando a tomar por culo a Shekespeare cuando vio a los idiotas que iban a aplaudir la reprensentación de una de sus obras. No sólo el viejo Chinaski escupe boutades. Borges era otro, cuando le preguntaron si conocía a Antonio Machado... "Ah, ese que es hermano del poeta Manuel Machado?"... Puede que haya quien me cague que el Ulyses de Joyce es superior a las novelas del oeste de Silver Kane. Puede que tenga razón, pero en la novelas del oeste me sentí un pistolero, con el Ulyses un lector que no pudo entrar en la novela. Sin embargo, sí me circunscribo a autores que son conocidos pero por debajo de otros que al lado dellos son más bien unos papafritas. Autores con los que sabes que no quieres palabras por palabras, sino una historia y una atmósfera, una historia que te engulla en su atmósfera. En mi juventud fue Becket, que no recuerdo bien cómo se escribe, el autor de esperando godot, Malone muere, Molloy... lecturas para una edad en que la decadencia es un reto. Hoy hablo de Rubem Fonseca o de Jim Thompson. Palabras e historia, al únisono con el aire que te hac respirar. Menos estilista Jim Thompson, pero curiosamente, más autentico aún que el brasileño. En fin, escritores. Mamelucos todos. El pobre Jim Thompson murió como Cervantes. Despreciado y hecho un asco. A quien no se consuela que le den morcillas, seguramente las agradecerá.

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