para escribir este soneto impuro
pagué a una musa de barriada
con un medio tarro de mermelada
y un par de euros en churros.
le pareció muy poco la soldada
y no me inspiró ni los dos tercetos
ni menos siquiera un buen boceto
de un ritmo y una rima equilibrada.
tuve que darle más y nada, nada,
la buena musa se me puso terca
cerrándome la fuente de su huerta.
no me daría ni un triste soneto
si no apagaba su furor de arpispa.
¿La maté, señoría? ¡No! Fue la poesía.
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