martes, 29 de junio de 2010
diario hipócrita...
Mi hipócrita diario, esta mañana me he levantado y he visto el periódico en El Castillo. Nada nuevo bajo el sol. Una mujer apuñalada y los poemas breves y todo lo demás. Cuando volví a casa, mi padre me encargó ir a buscar su coche a La Salud, que lo tenía Mundi, su nieto. Allí, en el dormitorio conyugal, estaba mi hermana con la pata vendada. La pasada noche de San juan saltó un hoguera, en Teresitas playa, y cayó con el pie descalzo en el corazón del fuego. Esa noche le dije a mi cuñado que le echara aloe, del que hay en el patio de afuera de la casa de Thor, pero esto son cosas de brujero barato, pensó don Raimundo, y la quemadura se le complicó a su mujer. Mujer que metió la pata y la tiene quemada como el bosque de míster Herar. Mi sobrino Mundi me hizo en la cocina un café y un bocadillo de chorizo de perro. Se lo agradecí. A la vuelta a San Andrés, después de jacer gestiones bancarias en los ramblos laureles, vi al poeta Chani en el bar de la plaza y entré a beber una cerveza. El bar estaba animado, con Chuchi, y otro tan atlético como el primo de Chani, y uno de los hermanos Memo. Y Manolo, el dueño del bar. Estaban animados. Contaban el cuento de una peninsular que estuvo el otro día con un descapotable por el pueblo con las... los pechos al aire, y por la tarde, al anochecer, en las penúltimas palmeras de la playa ejerció de Mesalina con diversos maromos del pueblo que rondaban la escultural figura. Cuando llegué a casa, le dije a Thor que se fuera pa la azotea. Preparar la comida y luego la siesta. Luego guagua rumbo a Tijuana. Afeitadito, para solaz de Víctor Roncero. Otra noticia del periódico por la mañana es que mataron a un cantante de corridos los narcos mexicanos. Y en las páginas de cultura, Balbina con su novela y mi ex amiga Olga Luis Rivero con su libro de poemas traducidos al alemán. En fin, programaçao con Yaiza, que acaba de editar su diario de una vida en editorial Idea. A la salida del programa, la librería Melopea tenía el libro en el ordenador pero no lo encontró en las estanterías. José María Lizundia se quedó sin un ejemplar anhelado. Y todavía estaba anonadado con un poema de Anghel, que concluyó la cosa, esta vez con una abertura más digna, gracias a la intervención práctica de míster Herar. Manu Chau y su Tijuana. Dejamos a Yaiza en la parada de la guagua y a Lizundia en su BMW de época impecable. Me fui con Víctor al colegio de abogados, a ver el partido. Lo sentí por Víctor, pero ese colegio no sirve para ver un partido. Me fui antes del descanso. A un bar pequeño en la plaza España, con el barman diciendo que Del Bosque estaba tonto. Tenía que cambiar a Torres y nada. Llamó Campanilla al móvil, intrigada por no sé qué cosa sobre la pareja que yo dije en la Puerta de Tijuana. Ni me acordaba. Me fui del bar y cogí la guagua. El chófer tenía puesta la radio. ¡Gol de Villa! Al carajo Ronaldo. Y así, diario hipócrita, trasncurrió el día, y no te borro, como Lizundia hacía a sus 14 años de edad, porque más sencillos es pulsar publicar entrada.
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