jueves, 8 de julio de 2010

ese hombre

En la última novela, aún inédita, de Javier Hernández me informo de que El guerrero de Goslar no es la estatua original que estuvo en aquella exposición célebre de esculturas en la calle, de Santa Cruz. Isla falsa, donde todo lo importante es un sustituto de lo que había, y si algo vale la pena, la burguesía provinciana y que juega con balones desinflados, la burguesía de esta isla, se encarga de ningunearlo, hasta que a toro pasado lo celebra. Pasó con la exposición de Gaceta de Arte. Le dieron la espalda en su tiempo, y ahora todos los boletos con ínfulas intelectuales la nombran como el no va más. Recuerdo que, en su tiempo, la politíca protectora española mató a Lorca con publicidad exagerada. Aquí matamos a Oscar Domínguez. Ese es el juego de los políticos y de los burgueses aparentemente ilustrados. Surrealismo decadente canario, como el del periódico El Día, falso como el millo transgénico. "Soy el único hombre en esta tierra de cobardes", concluía su cuento La Posesión nuestro Isaac de Vega, un autor con mucha más altura, ni comparación, que Saramago, Armas Marcelo y demás sustitutos impostores. Me gustaría conocer a ese hombre.
Posdata: La obra El elogio del horizonte de Chillida es un plagio rectilíneo de otra de Henry Moore (¿lo sé o lo soñé?), y la escultura del Miró, exponente significativo de aquella exposición citada, está hoy, como el arpa de Bécquer, olvidada en un ricón y llenándose de polvo, como mi ordenador. Viva el TEA y la estética de Alcurnia. Y vivan las moscas verdes.

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