domingo, 18 de julio de 2010

Orfeo, Freud, Tarot y anuncio.

--Chito, ¿no vas esta tarde a S/C, a buscar hembras?... Ahora no te llama ninguna. Claro, como a todas las has dado de varas --interrumpe mi padre la lectura de El Doble, de Dostoievski, pensando como buen ladrón que todos... En fin, dejo al señor Goliadkin angustiadísimo en una noche de tormenta en su San Petersburgo enemigo y fantamal, horrorosamente encontrándose consigo mismo, y pienso que no, que hoy nada se me ha perdido en S/C, y en cuanto a hembras, quien quiera perturbaciones que se embarque en el Pequod. Recuerdo el célebre libro de Melville, la predicación moralista del contramaestre S*** a los tiburones, para leerla en el Bosque, pero ese es otro de los valiosos libros que los ratrones hicieron desaparecer de la casa de Icod. Los dioses los confundan.


A quien no confunden es al viejo Thor, que cuando no me reclama mi padre, para hacer la comida esta vez, mejillones sin cáscaras, me reclama el perro mestizo, para que le ponga el collar, a pesar del día de calor, un calor de brasas.


El comentario de mi padre, sin embargo, me hace pensar en un relato que es una variación del cuento clásico de Orfeo, principalmente la parte más conocida. En el imaginado relato, no es el amor lo que induce a Orfeo a buscar a Euridice, sino el agobio, el agobio al que lo tienen sometido su amantes en la superficie de la tierra, devocionadas del músico y su ahora maldita música. Pero cuando consigue por fin rescatar a Euridice, esta no es menos coñazo. Todo el camino, detrás de él bla bla bla, hartándolo con preguntas, reproches y boberías. Así que el que acalló a las sirenas, decide mirar atrás, no por curiosidad sino para hacerla desaparecer. (Un crimen sutil, digno de una novela de Jim Thompson que ahora recuerdo, el de un pobre chico recepcionista nocturno en un hotel.) De lo que sucede arriba, cuando Orfeo sale por fin de nuevo a la luz del día y al aire fresco, poco hay que cambiar de lo que ya dicen los Libros, aún a riesgo de que Víctor se tire de los pelos para denunciar la falta de originalidad.



Mejillones comidos, Thor sacado, sonnolencia de la hora de la siesta. Me voy pal cuarto. Pienso qué clase de crimen es matar a un muerto. Recuerdo uno al revés, el cuento gomero que un día contó Pedro el carpintero allá abajo en la avenida: "esta es la cruz, señores, donde el muerto mató al vivo". Y tropiezo con un libro, milagrosamente salvado de la mezquindad de los roedores: Relatos clínicos, de Sigmund Freud. No suelo leer en la cama, pero la discusión del otro día entre los hermanos en el Bosque, sobre Eros y Thanatos, me despierta la curiosidad. El doctor vienense psicoanaliza, ya el paciente desaparecido del mapa de la vida, el caso del pintor Cristobal Haitzmann, quien al parecer hizo un pacto con el Diablo. Me sorprende que el doctor se sorprenda de que el Diablo se la haya aparecido al pintor con pechos de mujer. Una imagen novedosa, según Freud. Se ve --o quizá lo oculta su picardía de cocainómano-- que no conocía el Tarot de Marsella (arcano XV: Le Diable). Si lo hubiese conocido, hubiese visto que el psicoanalisis, con una precisión matemática, ya está escrito en ese libro interminable que es el Tarot de Marsella. Lo que sí conocía es la cábala judía, a juzgar por cómo habla del número 9, reiterativo en la neurosis de Cristobal Haitzmann... En fin, me duermo y sueño que una doctora me observa.

--Mucho cuento tiene usted en la cabeza. Hay que ponerle remedio a ese mal... Son cien euros --concluye la galena.

--No se preocupe. Mañana voy a buscarlos a La Laguna, si me levanto temprano --digo, no sé por qué.

Me levanto y por fin decido atravesar la frontera e ir a la playa. Medicina de verano.


el martes La Puerta. Radio Unión Tenerife. Si hay ganas, retomamos la discusión Eros-Thanatos, y si no, bogamos por asuntos menos complicados. Ya acaba julio y pronto las vacaciones merecidas. Yo, en Puerto Marte sin Hilda.
El día 28, presentación doble: El credo guanche, de Anghel Morales, y el último número de la revista Lunula. A las seis de la tarde en la Casa Elder.
Suerte, salud y amor.

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