ENERO 1990
... VIETATO FUMARE... VIETATO FUMARE... Un loco viejo y borracho platica con los pájaros que se refugian del frío en el patio de la ferrovía de Venecia. Una señora gordísima vestida con plásticos azules y verdes deja con descudido caer una miga de dulce, y siete pájaros se lanzan sobre ella, pugnando a picotazos mientras baten alocadamente las alas...
El vaporeto cruza el Canal Grande hasta la parada de La Academia... ¿La Tempestad?... ¿dónde está La tempestad... "Hoy cierran a la una, dice mi mujer exhalando por la boca un vaho de misteriosa luz... AA, amigo de Gijón, devoto del cuadro... no podré decirle que vi La Tempestad...
¡Salimos de La Academia hacia un frío enemigo!
Mi mujer me llevó a la piazza di Santa Lucia. Entramos en una hamburguesería... spaghetti, hamburguesa, birra... 21 mil liras... no 68 mil que nos clavó un listillo de un restaurante de plástico rojo cerca de... por un primer plato, ¡solamente por un primer plato!, una birra, un machiato y una camomila...
Mi mujer me lleva a San Marcos... ¿el plano?... ¿dónde está el plano?... Merde, qué frío... tenía frío hasta en los huesos... ¿dónde diablos podrá uno calentarse los huesos en esta delicada ciudad?... ¡Con qué esplendor se mueve mi mujer delante de mí, como si de pronto hubiese olvidado que estamos aquí como último recurso a su enfermedad... Ella no me deja quieto, me lleva a que vea todas las maravillas de arte arquitectónico, pictórico... entre la pestilencia de los canales... ¡No hay semáforos!... ¡no hay coches... "Miren --perecen decirnos--, aquí bebió su café el muñeco Proust"... "Mirad, aquí bebió su cerveza el muñeco Heminguay" ¡Como para sentirse contento!
¡Y el servizio postale? Una postal para Gordon y otra para AA... y ya estaba bien de cartolini... pero como no encontré un servizio postale se arrugaron las cortolini en los bolsillos y las tiré al Canal Grande...
¡Venezia, Venezia!, la ciudad se pudría cercada por aguas cenagosas, despidiendo olores que me recordaron tardes de calor junto al colector del Natahoyo (barrio obrero de Gijón)... No, no prestaba subir en la góndola con su gongolino... VIETATO FUMARE.
VIETATO FUMARE... MINISTERO PER I BENI CULTURALI E AMBIENTALI...
Fumé finalmente... me acuclillé como una zorra enjaulada sobre un chal raído que me ofreció una vieja mendiga y encendí el mechero sin que le diera el viento... qué frío... me pregunté cómo la pobre vieja podía aguantar el frío...
Mi mujer estaba frente a una cruz que sostiene un monje templario en la Sala I de La Academia... Yo también miré la cruz, y cerré los ojos... y no fue la cruz la imagen que quedó grabada en la oscuridad, sino un escorpión erguido sobre el suelo irreal de un sueño, deteniéndome, sin dejarme entrar, ante la puerta de la habitación donde dormíamos... y la cruz escorpión se convertía en la Mujer degollada de la Fundación Guggenheim o, por lo menos, en la Lloca del Rinconín (Gijón), en una zona donde siete días antes Gordon, en uno de nuestros locos paseos por el deseo y la muerte, me había pasado siete gramos de puntos suspensivos made in Celine...
Soñé, en aquel hotel de Venecia, con Celine, que se encontraba con el Cónsul del Volcán en Venecia, en el paradisiaco café Fabián, y luego llegaron allí Felix de Asúa, Agustín García Calvo...
Oí murmurar al Cónsul: "... la verdadera razón de este castigo, es decir, verse forzado a seguir viviendo en el Paraíso, puede haber sido que el pobre diablo, ¿quién sabe?, aborreciera en secreto este lugar... ¿y que el viejo Dios lo descubriera"... "Viejo, del paraíso de Venecia puedes salir --respondió Celine--, pero no de otro paraísos"...
--¿De qué paraísos habláis? --interrumpió Felix de Asúa--. Vivimos en las epifanías de la Bestia emergiendo de los fondos del Pantano!
--No --interrumpió García Calvo--, no hay monstruos, no hay fieras, no hay impulsos primitivos ni instintos básicos ni lobos rabiosos entre los humanos. Por el contrario, esos monstruos son la flor y nata del Desarrollo, la Democracia y la Cultura, que son los que necesitan que se produzcan plagas de hambre y de miseria como nunca se conocieron, y necesitan también a esos descuartizadores de niñas y chupadores de sangre inocente. Los criminales no salen de la jungla ni suben de las cloacas, sino que son productos de la Administración.
Me importan un carajo lo que hablan. Mi mujer se muere y todo el mundo está en la inopia y yo miro hacia otra parte. Ahora no, ahora no puedo mirar hacia otra parte, hoy, aquí, en el no paraíso, mientras Thor me mira, pidiéndome que le ponga la correa. Esa correa es la señal de un rato de libertad y de vida fuera de la casa. Pobre perro.
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