viernes, 20 de agosto de 2010

Si mi pistola... (tres: aireen sus mentes, peregrinos")

chito... chito... chito... piii piii piii... chito chito chito...
--Guauuu... guauuu... guauuu...--metió Thor el trombón de varas en la sinfonía de la orquesta.
Al rato, por fin, pude descansar. Me abrí un paréntesis y inicié el camino a la palmera de la playa. Antes pasé por el Castillo, es mi naturaleza... En la barra, X e Y.
--... tu hermano te utiliza como un pelele..., te ríe las gracias, te da la razón de vez en cuando, te incita a pelear, pero también se ríe de ti muy a menudo...
Líos de siempre. Pagué y seguí mi camino. Hacia la sombra de la palmera.
La oyente me había llevado, impreso, el último discurso del doctor Li, basado en el bar de azulejos, espejos... y una camarera generosa con el vertido de la botella. La única frase real en todo el relato del doctor Li era la referida a la camarera. Curioso. Todo lo demás, un lombricero. Ya el primer párrafo era un ejemplo de oximoron político. Retórica en estado puro. Cualquier facción, partido o secta podría usarlo, con algunos retoques, en contra de su adversario. Apropiado para los políticos que cambian de chaqueta. Todo lo demás, un lombricero de hombre fantástico, persuadido hasta la locura de la más fantástica ilusión que imaginarse se pueda, pero de pronto asaltado por algo que amenaza dar al traste con toda su fe y con la incongruencia de su locura.
--Tenías que haber descansado en agosto...
No tenía ni dichosas ganas de palicar sobre las tesis doctorales del doctor Li. Al compás de la brisa, pensé discernir con la oyente acerca de la dicotomía víctima-guerrero, y la paciencia, y la astucia, y el no tener compasión, y...
Pero ni para eso tenía voluntad. El caso insólito acaecido en la muralla abarcaba toda mi capacidad de preocupación. Pero supe que la oyente no podría darme ninguna claridad sobre unos hechos situados fuera de nuestras ondas. Si alguien puede alumbrarme esos misterios, pensé, es Raquel, la cubana.
--Gracias por los papeles... ya le haré un estudio ontológico a este discurso-relato-panfleto de facista arrepentido.
--Mantén la cabeza fría y despejada, para que puedas pensar con claridad. --No cabe duda, esta mujer me aprecia.
Le deseé buen día y caminé por la orilla entre chiquillos que hacían castillos de arena. Antes de llegar a la zona de las casetas, las dos que quedan, sentí que los papeles eran un estorbo, un voyage au fin de la nuit en tono gris, y, antiecológico, los dejé caer al agua, justo donde rompía una insignificante ola de la playa apiscinada.
Y antes de volver a donde actuaba la orquesta, me entretuve un rato con José Rivero Vivas, corrigiendo unas galeradas (pruebas) de un próximo libro de la conjunción editorial Idea Aguere.
Más tarde, no pude contenerme y llamé a Raquel. Primero me animó a viajar a Las Palmas, pero sabía que aún no es el momento.
--... No, eso no lo cuentes. Cuenta todo lo que quieras pero eso no. Si no vienes, ya nos veremos cuando vaya yo por Tenerife...
Chitón... piii piii... y final de "Si mi pistola valiera tu palabra".

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