martes, 26 de octubre de 2010

viajes

Antonio Núñez brilló por su ausencia, que es una forma de brillar. El que se presentó fue Charlín, dispuesto a seguir colocando sus libros como balas. Aunque seas lector de Saramago, bienvenido, viejo gerente del burdel del chulo de François Villon, "ni a vuestro honor le intereso yo, ni a mí me interesa vuestro honor", que le diría a Pajín, la nueva sex política del rasputín Rubalcaba. De política hablamos también un poquito en las ondas. De Sebastián Martín, nuestro amigo del Sur. Y él, amigo de Cuba, ¿pasa algo?
En fin, inhóspito diario, aquí me tienes de nuevo contándote las tonterías que passan. Ni los moribundos se libran, de las tonterías.
--Era invierno y el cementerio lleno de cajones --cuenta mi padre, de cuando Tenerife sufrió el cólera, que se lo hizo recordar lo de Haití.
Las fuerzas cantantes de la solidaridad humana se han quedado sin energía. Pienso, mientras en la tele del cuarto de mi padre, tele nueva, comprada en Mártinez, junto a la placita de toros, la pobre, ya sin películas por las noches de los sábados, verduras de las eras que ya se fueron... ahora alguna peli en la tele, y gracias. Esta vez Gilda.
--El odio puede ser una interesante emoción. Es tan intenso que se palpa. El odio es lo único que me sirve de aviso.
...
--La odiaba tanto que no podía quítármela del pensamiento.
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--Un policía listo no detiene a un ratero si sabe lque ese ratero lo llevará a un pez gordo.
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--Si yo fuera un rancho me llamaría tierra de nadie.
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--Esa fornicó con doce hombres, ¿sabes, Chito?, pero sin películas --interrumpe mi padre el impecable decurso literario de Gilda. La película acaba a las tres y media madrugada.
--Si yo sé, te mando a la sala...
Y mañana norte de la isla. Viaje iniciático.

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