lunes, 7 de febrero de 2011
los autoinvitados, cáp. 1
La fama, buena y mala, que está adquiriendo ahora la puerta (de dos millones de oyentes hemos pasado a diez mil millones), me hace reflexionar sobre Tijuana (Radio Unión Tenerife y la radio en general). En la infancia, oía los cuentos de la una en casa de las Chamelonas. Me encantaba la voz del que leía. Te metía en el cuento y al día siguiente te tenía clavado otra vez a la una en aquella cocina, con moscas, de la calle... Recuerdo, ya en la juventud, otros cuentos, estos de terror. especialmente "la mano del mono". Más tarde la llegada de la televisión me despertó el ingenio, e hice creer a mi madre que apagaba el televisor de la sala (casa del barrio de Salamanca) cuando en realidad lo dejaba encendido. Una Thompson con una llave que permitía o impedía el encendido de la pantalla. Gracias a mi ingenio (siempre lo he tenido elevado para las cosas prohibidas) pude ver La sexta dimensión, Historias para no dormir, El fugitivo, ¿Es usted el asesino?, Silencio, se rueda... Otras series (Reina por un día, Escala en Hi-Fi, Dibujos animados...) las echaban por las tardes, y esas sí podía verlas sin ponerme debajo de la mesa y el televisor en voz baja. En fin, de nuevo recuperé el gusto por la radio ya hecho un hombre, aunque más cambado que derecho, en Asturias. Recuerdo especialmente, con devoción, un programa de Agustín García Calvo en Radio 3. Y luego El loco de la colina. Nunca imaginé que hiciera yo mismo un programa de radio. Candido Hernández y Antonio Curbelo me dieron esa oportunidad. La aproveché. La Puerta ha tenido varias etapas. La primera con Cándido, en la que él ejercía de hermano serio de los Calatrava y yo del otro. Una segunda etapa yo solo, despotricando contra las leyes y los grupos de mamones poéticos y las editoriales que publican subvencionadas o autopagadas mediocridades... y contra mí mismo.
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