Se había vuelto una obsesión para él, ya sólo vivía para pensar en ello.
Una mujer antipática, con aires de superioridad, lo había puesto en ridículo delante de muchas personas.
En su vida reinó un pensamiento:
Matarla.
¿Cómo? ¿En qué ocasión? ¡En qué lugar?
Por lo pronto, hizo lo que había visto en muchas películas. Se dedicó a vigilar sus pasos, los lugares que frecuentaba, las horas que permanecía en un mismo sitio, la situación donde la asesinaría.
Eligió una esquina oscura, casi tenebrosa, cerca de un puente donde se escondía el barranco.
Por allí solía pasar en la noche de los jueves a las diez en punto, cuando ni un alma asomaba su curiosa mirada en las ventanas de los alrededores. ¡Por qué? ¿cuál es la razón? ¿Estaba casada? Por un momento pensó en un amante, ¿por qué no?
Pero una mujer tan seria, tan firme de sí misma, con una rectitud casi monótona. Era preciso seguir investigando.
Sí, era cierto. Un hombre la esperaba todos los jueves en el portal de aquella casa antigua. Ya sabía lo principal y no hacía falta más.
Lo único que importaba era matarla y luego deleclarse con su sangre.
Era la noche del jueves en la tenebrosa calle donde se levantaba el puente. Un hombre se escondía en la niebla de una esquina, y una mujer engrandecía su figura cada vez más en el amplio margen de la acera, una mujer firme y con una mirada a la vez fría y a la vez temblorosa.
Miró el largo puñal cuya hoja surgía de sus dedos rígidos y herméticamente cerrados. Un instante duró ella en la vida. La hoja del cuchillo, como un haz de luz en una noche de tormenta, se bañó de sangre. Su cabeza rodó al suelo. Sus ojos quedaron clavados en lo oscuro, como un manantial de serpientes, una legión de gallos, las llamas de un estúpido infierno brotaban por aquel túnel ennegrecido.
Las lenguas de un ejército se movieron agilmente en el espacio, y los colmillos relucían de blancuras como las nieves de un crudo invierno y lo mordían.
Se quedó inmóvil. ¿Qué era aquello? ¿Quién era esta mujer? En un segundo recordó la locura que lo había llevado al crimen. Sintió vergüenza de sí mismo. Corrió sin cesar, sin distinguir las calles, las esquinas, los callejones... hasta llegar a su apartamento frío y taciturno, con colmillos y lenguas afiladas como el oro poblaban toda la habitación. Durmió, quedó sumido en el mar profundo de los sueños. Cuando despertó, el sol de la mañana estaba ya en lo alto del cielo.
¿Qué había pasado? No recordaba nada. Olvidó su pasado. Sin embargo, no parecía preocuparle.
Contempló, con una lentitud desesperante, a la mujer muerta, víctima de pesadillas, gozosa de atardeceres primaverales y caídas en los infiernos.
Sintió que su vida comenzaba en este momento. Caminó largo rato por la ciudad y compró un periódico:
ESPANTOSO CRIMEN. NI RASTRO DEL ASESINO.
"SE CREE QUE ES OBRA DE UN LOCO".
Gran consternación. Pensó en aquella cabeza. Tenía pensamientos y quizá buscaba algo en su alma. Un millón de dudas. Un millón de vacíos. Quizá buscaba en las calles la salvación. De pronto, sintió una inmensa pena por el asesino.
*
En fin, que lo comente mi amigo el Cuervo, si es capaz. Este estilo viejo ya no me interesa, demasiado rebuscado. Hoy mi hija Atteneri me recriminó que inventaba demasiado en este blog. Inventaré menos. Ramón, mi amigo, arregló la cocinilla, la dejó como una patena, sin cobrar ni un duro. Invitó él, incluso. Y el lunes, después de mañana, a ver si le llevo la novelita corregida a Anghel.
No recriminaba. Simplemente no me vale como guía de cómo te va. Y a mí el cuento me gusta.
ResponderEliminarEl género negro me gusta mucho, y este pedazo del cuento, también, yo no descartaría nada.
ResponderEliminarEntiendo muy bien a Azena, los que estamos lejos rebuscamos entre líneas algo que nos de una pista sobre cómo estás. Saludos a los dos.
¡AUPA OSASUNA! Buf, por qué poco...
Me acostumbre a "leer" tus palabras cuando en la radio nos abrias "La Puerta" a un mundo tuyo que hacias nuestro y de ahi a las dos novelas que he leido con interes de admiradora y aprecio de amiga y compañera de ondas.
ResponderEliminarNunca me deja infiferente tus escritos. Gracias por el regalo invalorable.
mary (No tengo acentos..todo un drama jeje)