miércoles, 25 de mayo de 2011

Salvo alguna relación esporádica con la cocina de casa Ramón o de casa Chani, la tendencia minimalista está también en la alimentación. Medio limón por la mañana, dos galletas a mediodía y un actimel por la noche (para soñar con mis tiempos de seudo futbolista en las plazas, entonces de tierra, de San Andrés o en el ya desaparecido campo junto a la playa), y cada tres días spagheti espolvoreados, y espero, a partir de mañana, una esbirra (como dice Lizundia) por lo menos la primera quincena del mes. Por eso, ayer me entró una modorra de reptil con la invitación de mi amigo Juan Royo a un lujoso restaurante asturiano. El pastel de pescado, el cordero lechal, el arroz con leche, el vino, todo sabroso, me dejó grogui, fuera de combate. Una siesta de tres horas de la que me sacudió el sonido del móvil, con el Cuervo avisándome si iba al programa. No estuvo nada mal, el progragra y posprograma, con un experto en la sobriedad de la historia, aunque hubiese preferido hablar de America del Norte, con el viaje reciente de nuestro nahualt aún emanando de sus poros. El martes que viene, si nuestro mero jefe no dispone otras veredas. Y por la noche seguí con la digestión. Me acosté a la 22 horas y desperté a las 13.30 del día de hoy. Ya fresco, y con el café, sustituto de las galletas este mediodía, en el bar de Efrain, en la plaza del Superchicha, con el puño derecho apoyado en un atril de música y el izquierdo necesitado de primeros y segundos auxilios. Prensa con la resaca de las votaciones, y día nublado. Mañana por la tarde, en La Laguna, si hay suerte, estaremos en el Instituto de Estudios Canarios, celebrando la toma de posesión de Francisco Pomares y recordando la noche en que Grupo Salvaje le daba voz y música a un poemita de "Proserpina", un primer cuadernito de poemas con el que entré seriamente en el extrarradio de la poética isleña. Que todo sea para bien, y no abusar de la comida. El ron es otro cantar.

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