miércoles, 29 de junio de 2011

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El reconocimiento de la ignorancia, saber que creemos en algo que ignoramos, porque lo que no ignoramos ha dejado de ser creíble. He aquí el punto de inflexión. A partir de ahora nos dedicaremos a descreer de todo lo que sabemos, de todo lo que hemos admirado o amado, de lo que hemos odiado o nos ha indignado, como indignos que somos. Incluso empezaremos a descreer de Celine y de Kafka, por poner sólo dos ejemplos notables. No nos vale ya la emoción de Celine ni la antiemoción de Kafka. Idolos quemados por este sol que nos está derritiendo el pensamiento. Ya sabemos que la letra es superior a la imagen, y ahora debemos saber que el vacío es superior a la letra. Entre nosotros y lo que ignoramos, existe el vacío, el desierto. Nos toca a cada uno cruzarlo, callados la boca, callados ustedes, yo estoy obligado a hablar, pero con la ventaja de que ya no creo en mí ni en mi palabra. Solo creo en aquello que ignoro. ¿Cuánto falta para la luna nueva?

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