sábado, 9 de julio de 2011

Anoche en La Laguna

Anoche quedé con el Cuervo en La Laguna. Había movida por la librería MisTério. Un librero inteligente, y una librera más que inteligente, símpatica y bella. Varias mujeres bellas. Una, la mujer de un amigo autor, un amigo celoso además. Nada de sugerirle a su mujer, si él está oyendo, tu curiosidad por leerla más a fondo, abrirla como se abre un libro y descubrir cada una de sus páginas. También estaba la editora alemana. Muy simpática. No está por la labor de traducir El pintor asesino. Hace bien. Esa cosa ya me ha ocasionado algunos disgustos en español, no quiero ni pensar los que me hubieran podido caer en alemán. No necesito más sinsabores. Y también vi a Maribel, de la vieja guardia, de los tiempos de cuando S/C era una ciudad alegre, y La Laguna ensoñadora y sugerente por su camino largo bajo la luna, donde Juan Royo se convirtió una noche en lagarto. Maribel me recordó a la protagonista de una peli japonesa, cuyo nombre lamento no recordar. Era una mujer madura que conservaba la lozanía de la juventud gracias a una crema hecha con fetos humanos. Ella misma se provocó varios abortos para conseguir materia prima. Posteriormente anima a su amante a convertirse en sicario buscador de vientres preñados si quiere conservar su amor. El mejor amante, un sirviente, evidentemente. Nos alegramos de vernos, Maribel y yo, y recordar viejos tiempos en ese pasadizo del siglo XVII donde se posa MisTério. Un rato agradable con Antonio Lozano, que presentaba la republicación de una novela antigua, en la editorial de la bella y prudente alemana.
Más grato aún, luego en la Casa Azul, con Rafa y un amigó dél que si me pongo a sospechar, era Riforfo. Cinco horas estuvimos allí dentro. La mitad con la puerta abierta, y la otra mitad a puerta cerrada. No hace falta decir qué tramo de tiempo fue más sugerente y sicodélico. Rafa es un narrador nato. Si la memoria no fuese escasa, cualquiera que se dedique a este oficio se pone las botas con él, botas de siete leguas. Empezamos aludiendo a un fraile, investigando quién diablos podría ser ese fraile. Al final lo descubrimos, yo sí soy un buen detective, pero mi honor de guanche ya olvidó quién es ese fraile. Luego contó sus viajes por Irak, cuando lo confundieron con un iraní. Y luego, luego ascendió por veredas que ya se me pierden en las nebulosas del recuerdo. Mala memoria. Olvidé darle al Cuervo cinco euros, porque invitaron ellos. Hoy jugué a la máquina esos cinco euros, y los perdí.
En la librería había comprado un libro de humildes propuestas de Jonathan Swift. La primera propuesta me recordó la nueva ley que está tramado la nancy Leire Pajín, ministra de sanidad, y aquella película japonesa. Si recuerdo que el tema de la horfandad me persigue, me interesa conocer esa ley. La propuesta de Swift, ya la he leído. Inviable. Aunque sea una labor humanitaria y rentable económicamente, hoy a nadie todavía se le ocurre cebar niños y matarlos para cocinarlos al cumplir el primer año de vida. No se me ocurrió hablar de eso con Rafa. Aún no había visto lo de la prospuesta de Pajín ni leído la de Jonathan Swift. Todo lo supe hoy en San Andrés. Ya recogí los papeles de haber cumplido la condena. Dentro de poco me veré libre de hacer ese ingrato papel de profesor transido de conocimientos que no sirven para nada. Bueno, para algo sí sirven.

1 comentario:

  1. Lamento profundamente no haber sido yo. Si es a este Riforfo al que aludes. Pero por el momento aquí sigo, del otro lado de los comentarios.

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