Buscando el anillo mágico toda la tarde. Me lo quitaba y me lo ponía a cada momento. A este paso lo voy a perder, me dije. Y lo guardé en un sitio secreto. Ya no me acuerdo dónde lo guardé. La hora que es la sé por el móvil o el reloj de mi padre, el único que funciona. Otros hay por ahí desparramados. Todos sin cuerda. No sé qué hacer con ellos. Yo soy anti arte conceptual. A lo mejor los tiro a la basura. Quitar cosas para poner cosas. Ahora obsesionado con los tubos Rembrant. Hoy bajé a la Cruz del Señor y compré trementina, negro Rembrant y gesso. Dice el nahualt que soy impresionista. No sé yo. Sin el negro no soy nada. Sin el negro no brillan las luces. También compré zotal negro (me lo aconsejó el enamorado de una rubia bilbaína). Ya me están fastidiando los nueve mosquitos que rondan por la cocina y el patio. Dudé si asesinarlos o ponerles nombres. Adoptarlos. Al carajo, zotal y que se vayan.
Y también cuenta el nahualt que lo digo todo. Lo dicho, no sirve para detective. Lo que digo aquí, en un pequeño portátil junto a la ventana frente a donde las vecinas de La Maldad se asoman en las de enfrente a la caída de la tarde, sólo es la punta del iceberg. Lo que no digo aquí, lo digo abajo, en la sala, en el ordenador grande, herencia de mi sobrina Famara. Pero poco digo. La pintura es el arte verdadero. Pinto en la pared de la sala a Rebekach Broots. El resultado se parece más a un inquisidor del siglo XVII que a la venus malvada y pelirroja de la prensa amarilla. Asusta más que atrae. Pero el monigote está vivo y tiene poder, que es lo que importa.
Suena el móvil. Beba.
--¿Has visto a Orlando?
--No...
--La ambulancia lo está buscando por todo San Andrés... Tiene la hepatitis esa que es contagiosa.
Llamo a mi bruja preferida, que tiene conocimientos legales, exotéricos, y sabe de medicina. Me informa, nada de contagio si no hay sexo. Puedo ir tranquilo a visitar a Orlando, un día destos, si no se muere antes. Lo llamé. Ya quedé en irlo a ver. Habrá que ir preparando su despedida. Supongo que es el siguiente.
Y este martes, a los mejor salimos de la fresa de invernadero y JRamallo nos saca del letargo. Hablo de Radio Unión Tenerife. La Puerta.
--Un programa rompedor --dijo Pedro el otro día, el día de los poemas en el antiguo cine Baudet, de arabescas memorias. (Pedro se mosquió con Laureano de Lorenzo, porque estaba haciendo fotos y ya lo tiene como un espía del servicio secreto español).
--El cuadro está de puta madre --me comunica el marino usurero. Piensa cobrar por enseñarlo. Lo comunicaré a la SGAE.
Mientras tanto abro consultorio sentimental. Al primer cliente le digo que se arme de valor, hable claro y coja el coche y vaya a visitar al Diablo.
--¿Dónde está el Diablo? --me pregunta.
--Este martes en La Puerta.
Los relojes muertos tienen malas energías, el tiempo quedó atrapado en ellos señalando una hora, la hora de su muerte, ya sólo marcan la hora exacta dos veces al día, pero sin vida.
ResponderEliminarSi no son relojes de un cierto valor, de colección, antiguos, o que merezca la pena arreglarlos, no sé, un Boucheron, un Cartier...mejor desprenderse de ellos, se les pasó el tiempo, y la energía queda detenida corrompiéndose en su caja inmóvil.
Si no tuviste piedad con los mosquitos, ¿por qué ibas a tenerla con los relojes? ¡al carajo con ellos también!.
Muchas esperanzas pones en JRamallo. Espero que no nos desilusione. Ha de haber sangre verbal. Un duelo de caballeros entre él y Lizundia que es al que imagino su rival más directo. Aunque el hermano también es rival temible.
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