Nunca sabe uno a ciencia cierta las consecuencias de sus actos, en este caso esta escritura de este blog. Mi creencia era que sólo lo "hojeaban" mis amigos y lo miraban con lupa mis enemigos. Pos sospecho que no. El miércoles pasado recibí una llamada de un desconocido, por lo que supe en ese momento un mago del norte forrado de perras, un terrateniente.
--Buenas tardes. Me llamo don Blas... --carta de presentación y-- quiero que pinte a mi mujer... El sábado, si no le es molestia, le invito a almorzar y así la conoce. ¿De acuerdo?
Demoré la respuesta peguntándole de qué me conocía, qué referencias tenía de mí.
--Eso no importa ahora. Mañana hablamos. Lo iré a recoger sobre la una a...
No me dio oportunidad de decirle sí o no.
Me puse a dar vueltas por la casa, pensando cómo negarme y al mismo tiempo aceptar la invitación. Iba de un lado a otro, del temor a la curiosidad y de la curiosidad al temor una y otra vez, fijándome en un cuadro que estoy haciendo en la puerta de un mueble que tengo en el patio. La noche anterior había mirado ese cuadro y me puso enfermo. La boda, se titula. El cura tiene una cara de siniestro que asusta, y el padrino, a espaldas del novio, peligrosamente celoso, amenaza un desenlace truculento después del primer beso de casados. La jeta del novio tampoco es para tirar cohetes. Procuré aliviar las tensiones inencrontables entre los distintos tonos y colores. La única que prometía serenidad y simpatía era la novia. Procuré opacar al cura y al padrino, eliminar el chirrido. Como está pintado en la puerta del mueble, imposible ponerlo de cara a la pared y no verlo. En fin, el espacio pictórico quedó más aunado, menos cruel (me refiero a la composición, no a la historia que sugiera la escena), y ahora es la novia, con cara de mosquita muerta, aliada con el padrino, amigo íntimo del novio, la que va a mover los hilos del drama...
Entre una cosa y otra, nervios sobre nervios. Decidí salir al aire libre y visitar mi vieja patria. San Andrés.
Chani me metió en un apartamento en la muralla, con una tele gigante, y yo pensé: si Chani no tiene dinero, no tiene nada, ¿de dónde sacó esto?
J estaba también allí dentro, hablando con Dios. Estuvimos un buen rato, con un Chani pegajoso, pesado, hasta que lo puse a escribir un poema. Estuvimos un buen rato delante de la pantalla gigante. Salimos y J se retiró.
--No digan en bar Castillo que me vieron...
En bar Castillo, Chani pegó la hebra con el barman filósofo, Pepe.
--No estoy colocado. Trabajo por mi cuenta --decía Pepe cuando asomó David, procedente del espacio de la nevera de las botellas de cerveza.
--¿Qué te parece a ti, David?
--Eh, eh, a mí no me metan en la lata del gofio.
--Me cago en... --rugió Chani, y le pedí un cartón a Pepe para amansar al Gato, que escribiese otro poema.
"Las noches lloraron
y Jesús sufrió las mentiras.
Jesús consumió batatas blancas.
Alucinaba entre papayas.
Quinientos mangos se pudrieron.
Valles colmados de frutas.
--Jesús, ¿estás muerto?
--No, estoy en la parada.
--Ya se fue la última guagua.
Jesús era Salomón
y yo un pobre súbdito.
Partió el mundo en dos
y yo no tomé parte.
El pueblo se acomoda."
--Toma, ponlo en el blog y dedicáselo a Lizundia.
Pues bien, ya está puesto. Y mañana almuerzo con don Blas (nombre no verdadero) y por la noche otra historia: posiblemente primera cita con el Club de los Negocios Raros, nombre sí verdadero. (Ramón está en el Sur, Marcelino quemado de las noches de agosto... etc. Mañana, si puedo cuento lo que hubo, si algo hubo, en el norte a mediodía y en la capital por la noche.)
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