Muchas faces quedaron en el tintero en el programa de ayer. Entre los asuntos que aún me apasionan (algo), esta el de las ciudades, con sus centros neurálgicos, sus bifurcaciones, sus lugares de paso o estancia, sitios abiertos o cerrados, prohibidos o permitidos, con sus límites marcados o artificiales, y como dijo Víctor, aunque no estuve de acuerdo con él, cuyos habitantes la configuran principalmente. También fue grato reencontrar a Nuestro Amado Líder, aunque mediase cierto interés adjunto, como cuando solicito la ayuda del Cuervo en las dificultades informáticas. (El Cuervo, desplumado la noche anterior en el Platillo Volante, huyó a La Palma a refortalecer sus alas. Lo echamos de menos en una discusión que a él también lo apasiona).
Mi destreza de serpiente elige a los amigos entre la gente por la que siento admiración y, en cierto modo, tienen lo que yo no tengo. En el caso de Nuestro Amado Líder, su pulcritud y orden formal, su claridad y sobriedad espiritual y moral, su elegancia en todos los sentidos, y por supuesto sus conocimientos para desenvolverse entre las ciertas marañas inevitables de la impuesta cultura de nuestro mundo.
Mi gratitud le debe dos cuadros (ahora que los amigos me animan como advenedizo del arte de la pintura). El primero lo tengo abajo en la sala. El motivo de inspiración es la plazoleta de San Andrés, versión captada desde la azotea de la casa que fue de mi padre. Si le agrada ese cuadro, le pongo un marco más decente que el que tiene ahora y es suyo. El otro está por hacer. Forma parte de un plan que creo que podré llevar a buen puerto.
Como era el de Santa Cruz en los buenos tiempos del cambullón. Lágrimas suficientes, más saladas que el mar, no existen para llorar su pérdida.
posdata:
--Díle a los hermanos que no saben nada del olor del mar. --Llamada de Chani en el posprograma.
Estoy deseando ver mi cuadro para ubicarlo en casa o en el despacho. Gracias, Jesús.
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