... óyelo a él:
No soy precisamente un héroe; habría delatado a calquiera si hubiera tenido a alguien a quien delatar.
escribe de unos tiempos en que estuvo en la cárcel, acusado de participar en un atentado terrorista en la ciudad de Vetusta durante el franquismo, supongo que ya en los postreros años del régimen de la unidad de destino en lo universal.
A poco de salir al patio de la cárcel, se me acercó un recluso y me dijo: "Los de ETA quieren conocerte". Yo me asusté y respondí que yo no tenía nada que ver con ellos, que no quería conocerlos. Sin hacer caso de mis excusas, añadió: "Camina a mi lado. Se han puesto en huelga de hambre y están en sus celdas. Te verán mientras caminas junto a mí".
Pronto tendría ocasión de conocer personalmente a los huelguistas. Durante quince días me tocaba participar en las comunes labores carcelarias como cocina o limpieza (luego me enteré que pasando una pequeña cantidad había otros presos que hacían esos trabajos por ti). Teníamos que llevar la comida a los que estaban en celdas. Toda la plana baja de la séptima galería la ocupaban los presos de ETA. Se negaban a probar la comida, pero la primera vez que pasé la mayoría de ellos se levantaron de sus camastros y se acercaron a saludarme a darme palabras de ánimo. Ninguno tenía pinta de fascineroso ni de asesino. Más bien parecían seminaristas. Luego, durante varias noches ocurrió algo que todavía me conmueve.
Los días, mal que bien, iban pasando en aquel lugar, lleno de noveleras novedades para una persona como yo. Pero las noches, encerrado en la celda, oyendo la respiración de los compañeros, con la luz que no se apagaba nunca, las noches eran interminables. Apenas dormía, y cuando conseguía hacerlo siempre tenía la misma pesadilla: soñaba que estaba en la cárcel. Me despertaba sudoroso, aliviado al comprobar que era solo un sueño; el alivio solo me duraba lo que tardaba en abrir los ojos y mirar a mi alrededor.
Pero algunas noches ocurría el milagro. En el silencio, un preso se ponía a cantar. Era una canción vasca. Inmediatamente se oían los pasos de los funcionarios que iban a hacer callar esa voz. Se oían --resonantes en el silencio-- los cerrojos de la celda al abrirse. Pero la voz que cantaba ya se había callado y en otro extremo de la galería era una voz distinta la que continuaba esa canción. Los pasos de los carceleros se dirigían a ese otro lugar, pero antes de que llegaran se hacía el silencio y la canción brotaba en otra parte. Así durante algún tiempo hasta que los presos vascos se cansaban del juego. Sigue siendo todavía, después de tantos años, un recuerdo hermoso. Y los protagonistas eran presos de ETA.
Afín al PSOE y contrario a Cayo Lara y sus huestes, a los que llama imbéciles, Lejano 1 añade que, sin embargo, nunca ha tenido ninguna simpatía por los asesinos (¿nunca? ¿y esas noches de la cárcel?) y que nada le repugna más que los crímenes por razones ideológicas. En fin, un añadido que justifica al autor ante sus correligionarios políticos, pero que no enriquece el relato.
Por mi parte, recuerdo mis estancias más o menos de algunos días en Donostia. El amigo que nos había invitado, hablaba a menudo de los "subnormales de ETA", pero por las noches, relatando los actos heroicos sucedidos en San Sebastián, uno u otro etarra era siempre el protagonista de la aventura. Héroes para unos, villanos para otros. Se agradecen la voces que no son hinchas ni de unos ni de otros. Las voces que llegan, ven y cuentan, sin implicaciones personales. Si no, seguiremos en un gallinero de confusiones. ETA no deja las armas porque no se ha rendido. El entendimiento y la solución de las confrontaciones vascongadas, aconsejan, en buena política, una negociación en que sean apartadas las pasiones. A nadie con sentimientos le alegra la secuela de víctimas, pero tampoco a nadie le alegra que las siga habiendo.
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Mañana en la radio, cambiamos de tema: el vino y el amor, con Felipe Monje de invitado. Y luego, homenaje a nuestro amigo Orlando Cova en la librería del Cabildo. Hoy, me infoman de los premios de novela concedidos en la presente edición de Cajacanarias. Apunta la voz informante a un posible tongo. ¿Será verdad? En fin, no nos apasionemos demasiado. No es aconsejable para el porvenir político-cultural.
a Escritor Escondido:
ResponderEliminarAmbos tienen libros en el mercado canario: JRamallo, "Ensalada de canónigos" (editorial Idea); Marcelino Rodríguez Marichal, "Y fumar puede matar" (editorial (Idea-Aguere).