Me perdí una esplendorosa continuación del tercer tiempo en Atlantic City, metáfora de la tierra prometida. Los canarios, o nos aliamos con Israel o no tenemos porvenir. Israel es el conocimiento. El musulmán es la sensualidad. Alla ellos, nosotros somos amigos de los dos, y de España, la España del Arcipreste de Hita, de los oricios de Asturias, de la amabilidad acogedora de Madrid, de Cádiz engañador. Somos europeos africanos. La relación con Sudamérica cada día está más lejos. Los soportamos pero no nos aportan nada. Los únicos los bolivianos, y ya se están yendo. Nuestro porvenir está en África y nuestra fe en Alemania, nuestra futura protectora. A la dama alemana hay que espabilarla, pero sabemos que está expuesta a todo. En fin, esta es mi política. Salvo el nahualt, que nadie me contradiga. Me pongo serio. Serio hoy porque Mirella quedó en llamarme. La bailarina, mutis por el foro. Ya llamará, si se digna la princesa del garbanzo. Yo no tengo prisa, no tengo nada que perder. La impecabilidad es lo único que tengo que perder, y eso ya lo perdí in illo tempore. En fin, me perdí una continuación de tercera parte espléndida. Me quedó pena no saludar a Nuestro Amado Líder, y gozar la dialéctica XY versus catolicus Víctor Roncero. Y entrar en materia con la nueva judía. Siluetearla. El próximo martes, si Dios quiere.
Fui a Icod. Santa Bárbara. Espacio limitado donde transcurre la novela del gigoló. La del cuervo, Anghel quedó en mandarme la portada. Sibi hoy dijo si ya la tenía lista. Me temo que quiso sugerirme correcciones. No, ninguna corrección. Esa novela es espléndida por las incorrecciones. Ahí soy, como novelista, todo lo que me critican. Todo lo que yo critico a otros novelistas. Se la tenía que haber dedicado a Juan Royo, por el título. O a Thor, mi muerto más importante entre todos los que ha habido en este tiempo.
Adecenté Icod, Santa Bárbara, camino del Almendral. Casa de nadie. Ni mía ni tuya, libre la quiero. Mirella sabrá. No tengo prisas. Regreso a La Maldad. Marco el charco con rotulador y acrílico. Una dama sugieren las aguas. Apago la luz del patio. Prefiero visitar de nuevo mi patria y hablar con Urko y con el Chicharro, en El Castillo, discutiendo.
--Se nos fue un amigo, y la única pena que tengo es que si él hubiera visto la gente que lo acompañaba, su hija llorando, la peña, nosotros, se hubiera puesto contento... --decía el vascongado--. Y en Rentería, una bandera canaria con siete estrellas verdes cada día...
--Él quiso matarse... --dijo Tony el Chicharro, al que acompañé el otro día infructuosamente a la gasolinera de la Ducal, y lo regresé al pueblo y desapareció y tuve que pagarle la copa.
--Yo me voy a ir a Barcelona --dijo Tallo, que estaba con Tony.
--No vayas --increpó Urko el bilbaíno--. No abandones esto.
--Allí es mejor la voz de Dios --dijo Tallo.
Voz la de una chica morena, menuda, bellísima, cantando folías en el bar de Santo, aquí en el barrio de La Maldad. Un alma hecha carne o una carne hecha alma, no lo sé. Su voz estremecía el mundo, y el mundo merecía oírla. Y su acompañante, en contrapunto con la guitarra, respondiendo con la mierda canaria, voz estupenda también, a la seriedad de Canarias, con voz de mujer morena. Viva Canarias Libre.
Al salir del bar,no pude no abordarla y decirle que su voz era lo mejor que había oído en este siglo, mi niña.
--Gracias --dijo ella.
--Gracias a ti. --Entre la chufa blanda de este mundo, Atlantic City se convierte en un lugar de poder, y también un bar de este barrio, gracias a la voz de una pequeña chica morena.
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