Sí señor, EEE, usted lo ha dicho, y eso me recuerda que no sé si podremos quedar este viernes para hacerte alguna consulta junto con la otra parte disputante, ya en acuerdo gracias a ti en gran parte. Y eso esta bien. Se solucionan las ignominias por un lado y reaparecen por otro. En cuanto a Chistoski, todas las imputaciones son cierta (salvo la de que el tío cita al Marqués de Santillana; en realidad a quien recurre, a raíz de un famoso prólogo que ya pronto se hará público, Anghel mediante, es a sor Juana Inés de la Cruz). En cuanto al otro peso gallo, su destartalamiento mental no le daña su hacer aristótelico. Las novelas Ojos de miel y Diario de un abogado mundano lo atestiguan, necesitada de reparaciones aún la primera e impecable la segunda. Pero en fin, se acabó la polémica o quedó para otro día el siguiente round. Que se fastidien los morbosos lectores. Por mi parte, olvido las otra peleas, la que tengo con el agua por ejemplo, y me dedico a cantar el día de hoy. El encuentro con la dama rubia del Sur. Qué piernas, como columnas de Damasco; qué labios, rosas de Alejandría; que ojos, como crepúsculos sobre las dunas; qué cuello, de sabrosa miel donde mis moscas se hubieran quedado presas si no... si no... al carajo si sientes curiosidad. No cuento más.
Conocí secretos bajo las ramas de una jacaranda al anochecer. Me había invitado a comer. No pude responder como la oligarquía rusa y judía del Sur de la isla, sino como escritor y canario; es decir, me dejé invitar. En el Petón. San andrés hablará de mí con renovados bríos. Mi vanidad hoy se siente colmada.
Y como veo que me da la espalada la Amistad con Israel (aunque cada vez soy más judaísta) he cambiado mis planes de viajar a Jerusalem y lo haré, en el viaje desorganizado que prepara el CNR, a Nueva York. Y ahora tengo que marcharme. Me espera una primera clase de inglés con una inglesa en el Platillo Volante. Hasta otra.
Nos vemos pero entierra el hacha de guerra antes. Te mando un SMS
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