martes, 11 de octubre de 2022

habitantas del Olimpo

 "un céntimo le di a un pobre

y me bendijo a mi madre,

qué limosna tan pequeña

y qué bendición tan grande"

me canta la mujer de pelo corto y teñido de rojo que vive en uno de los edificios de arriba. Cuando subo a comprar al KomoKomo, a veces nos encontramos y me trata con simpatía. Como me cae bien, se agradece el trato. Me cantó otra malagueña --dijo que eran malagueñas-- que ahora no recuerdo bien. Hablaba de la calentura como señal primera del amor. Le diré que me la diga otra vez cuando vuelva a verla. Está casada, así que intentando cumplir el mandamiento, procuro mirarla sin deseo. 

Me cuesta más cumplir el mandamiento con la mujer de Jota, a quien puedo llamar prójimo, en sentido estricto. Hombre que todas las mañanas me saluda en la escalinata de Ibrahim. Su mujer suele también estar allí por las mañanas. Me recuerda a Diana cazadora, de una película que vi en la juventud en el cine Numancia. Acteón. Fui el único que me quedé en la sala, porque el resto del público fue abandonando las butacas por lo lenta que era la película. Media hora Acteón, escondido en la maleza, contemplando a Diana bañándose en las aguas al claro de luna, en blanco y negro. A otra que también veo como a una habitante del Olimpo es a Dácil, amiga íntima del Mancha. Más que diosa, parece una ninfa. Hace un par de semanas, el Mancha la animaba a que se casase con un viejo que se había enamorado de ella. ¿Quién no? Desde entonces no la había visto hasta esta noche. Supongo, no sé si acertadamente, que ya se casó con el idiota enamorado y que esta noche pudo escaparse para reunirse con su amado y buscar la droga imperiosa para soportar la espera a que el viejo se vaya de este mundo. 

Ajax, con quien tuve una bronca el otro día porque me negué a darle cinco euros por la cara, me invitó a un pelotazo. Le dije que no. No por nada sino porque ahora prefiero pasar de los pelotazos. No sé si lo comprendió.

Miré hacia el cielo. Violeta oscuro. No vi la luna. Ni vi a Diana del barrio en la cafetería de la Asociacion. Fui por la tarde allí a tomar café, sin adormidera. No me entró el sueño. En Ibrahim he decidido solo pedir vino, porque tiene la botella a la vista. Todo termina por aclararse. Tiempo al tiempo. El pollo del café con presunto somnífero y otro más grave y en otro territorio. Tiempo al tiempo.

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