Aquí entran en casa todos los chiquillos que viven cerca. Asier, dos años mayor que Darío, hace una sopa con la tierra de afuera y me la pone en el fregadero, el hijoputa. Lo que me faltaba, que se tupiera de nuevo el fregadero. No gana uno para disgustos. Nojayla, la niña nieta de Lili, la mujer que danza cuando camina, esposa de Carlos, que una vez gracias a él no se me quemó la casa, juega al escondite. Se esconde bajo la mesa donde tengo el ordenador. Me acordé de un chiste de los que leo en fb, Un chiste bastante malo, mejor no contarlo. Chistes machistas sudamericanos, donde el feminismo posmoderno no tiene éxito, por ahora. Que no me oiga mi hija, que cada vez que le cuento uno, si no me da con el cucharón en la cabeza es porque Dios es grande.
Bella --que no es bella, por lo menos a mí no me atrae sexualmente-- es sorprendente cómo se sabe poner bien puesta. A todo le da la vuelta para quedar como heroína o víctima de injusticias. Flagelarla es poco.
Anoche soñé con Thuy. Yo estaba en la casa que, con engaños por su parte, cedí a Siao Ling, ¿Culpable ella y su marido, que han aprovechado todas las oportiunidades para robarme libros valiosos y otras cosas? No. Culpable yo por necesitar el calor de la familia. Fuerte calor. Menos mal que mi hija Sibi salió más inteligente que yo. Si me muero, que no vayan a mi funeral esa gentuza.
Los niños del barrio, de la calle El Tanque, sí pueden ir. Eso de que me entierren en una cueva, una parecida a la que viví los tres primeros años de mi existencia, no creo que vaya a ser posible.
Sigo con el sueño. Yo estaba en la casa de Santa Bárbara. La hija menor de Siao Ling lloraba y se me metía en mi cama a seguir llorando. No me dejaba dormir. La chica que cuando estuve muy malo dijo que se alojaba aquí, en esta casa, para hacerme compañía. Estuvo tres días. El tiempo suficiente para llevarse los papeles de la casa, cosa que me está costando ahora la biblia en verso para arreglarlo todo. Gracias a Sibi, mujer categórica y práctica. La casa del sueño, aunque yo la identificaba con la de Santa Bárbara, estaba donde una vez fui a comer con Juan, la casa de comida del zoroastrista, junto a un barranco. En ese barranco pastaban unas cabras, pero no me acuerdo de más. La sorpresa es que allí estaba Thuy, sacando un cuchillo de cocina, de trocear la carne, para amenazar a gente del pueblo, todos machos jóvenes, que entraron allí dentro con una botella de vino blanco del país. Le quité el cuchillo, Ella tuvo conexiones, superficiales, sexuales con dos de esos jóvenes. No hice nada pero estaba atento, con el cuchillo escondido en el cinturón. Luego se metió en una nevera. La abrí al poco y la vi con tres cabeza de niños en su pecho, Abandonamos la casa y caminamos por la carretera, con Siao Ling y Wang. Obligué a Wang a que me devolviese papeles importantes. Los papeles que, en la realidad, debe de tener guardados en su caja fuerte. En fin, me deshice de ellos y seguí caminando con Thuy, a la que llevé en brazos hasta una parada de guaguas. Qué cosas. En el sueño era fuerte y decidido.
En fin, iba a hablar ahora de Ramón. Pero se acerca la madrugada y esto se ha hecho muy largo. mejor dejarlo aquí.
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