Hay una distinción entre la narrativa --lo diré con la metáfora de Malcolm Lowry-- que enciende una llama en el infierno y la que se limita a copiar o imitar lo que otro ha hecho. Belén Valiente con Lluvia horizontal prende una llama en la psicología humana. La literatura de Sade aportó en psiquiatría el término sádico, la de von Sacher-Masoch masoquismo, la de Freud introdujo el complejo de Edipo. Dos perversiones criminales y una de natural aparición --según Freud-- en el desarrollo humano. En Bajo el volcán el fuego ilumina una tragedia isabelina empapada en mezcal e infectada de gusanos. En Lluvia horizontal no hay nada que se parezca a El Farolito. En Lluvia horizontal no hay tragedia, sino drama, incluso melodrama, con un corazón propenso a lo cómico si Erea no fuese la que escribe. La novela de Valiente, que se desarrolla en Santa Cruz de Tenerife principalmente, es ajena a los delirios etílicos. Erea es casi enemiga del alcohol. En este aspecto, es una mujer sobria. Una mujer cuidadosa con el dinero, que gana con su trabajo y gasta con tiento, casi con tacañería; una mujer responsable que se levanta temprano, se asea, se viste, hace la compra... Una mujer no ajena al narcisismo dominante, en su caso un narcisismo atormentado. Quiere ser escritora y, por lo tanto, se pone a escribir. El tema principal es ella misma. Casi todos los que la rodean, amantes y amigos o amigas --algunos señalados sólo con el nombre, sin más trazos--, funcionan como satélites a su alrededor, y están calibrados según complazcan sus expectativas, según le ofrezcan o no lo que ella desea de ellos.
La perversión que marca a la narradora y protagonista de la novela de Belén Valiente podría llamarse el síndrome de Erea. La novela está construida como un diario. Es decir, donde la vida real y los sueños reales de Erea, la vida onírica, tejen el argumento de la obra. El diario abarca desde el 4 de abril de 2020 hasta el 7 de agosto de 2022.
El pensamiento posmoderno, que ha hundido al racionalismo, no toca a Erea (tengo que releer la obra ya en libro, pues escribo ahora con la frágil memoria, de haberla leído cuando aún estaba en borradores). Y es ajena a la feligresía política. No se ha dejado corromper por falsedades políticas. No vemos a Erea como una militante. Se basta a sí misma. La emociones complicadas y salvajes, y los atormentados sentimientos, son domesticados por la razón. Hasta aquí, todo correcto. Una vida cotidiana más.
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Ahora tengo quehaceres que me obligan a interrumpir la reseña. Si es posible, la seguiré otro día. Mejor, la novela aún no ha sido difundida y pocos lectores tiene aún en su haber.
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