Alguien que se llama Fernando me envía una frase feliz todos los días. Ni le contesto ni sé lo que dice la frase. Lo quise bloquear pero no pudo ser. Ahí sigue. Con su frase cordial todos los días. Las postales de frasecitas ardientes, más que cordiales, me vienen del Sur de España. Esas sí las leo pero no sé qué contestar. En las postales no se huele la mierda de cochino, ni se ve.
Ya buena cuenta he dado de la hierba de mi amigo el Viejo. Buen regalo. Regalo fue también el otro día que Ramón en su bólido rojo nos llevó a Berto y a mí a San Andrés. Primero en un kiosco de la playa saliéndonos del tiesto, Berto con un ron y yo ginebra con tónica. Ramón llamó a Juan. Todo estaba en el aire. Juan no se apuntó. Comimos en El Surtidor. Berto hablaba de literatura, de política y de la vida en Los Cristianos. Pero su tema preferido era sobre las gracias y desgracias de su ojo del culo. Si La gesta de Juan Royo es un ajuste del cuento de la bella y la bestia, las aventuras del ojo del culo de Berto es un doble ajuste del tratado que escribió Quevedo. De la obra de Juan habló antes Berto en Santa Cruz con Eduardo. Este dice que el himalaya de Juan Royo es Mejor cuando improvisas. Y un kilimanjaro La gesta, digo yo. Aquella en el reino de lo real y la otra en la república de la fantasía.
Buen día en el pueblo natal, límites aparte.
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