--¡Español, hijo puta!
Lo que tiene que aguantar un árbitro. La presión de la masa le hizo corregir errores al colegiado. A veces la masa, sobre la individualidad, sobre el espíritu selecto, se sale con la suya. Es su venganza.
--¡Pita ya, godo mierda! --gritaban, pidiendo el final del partido.
--¿Pa qué sacas a ese otra vez? --protestó una chica, fornida, masculina, detrás de mí. Sin embargo, Kome hizo un buen papel. Se le ve con ganas de volver a ser titular. Tal vez, el próximo martes, sea quien meta el gol del triunfo en el último minuto contra el Barcelona...
Ya no importa Oltra, no importa Decepción, ni la cruz de la conquista en el escudo de la ciudad. Lo que importa es que la próxima temporada sigamos jugando con equipos españoles de primera clase.
A la salida del partido, me despedí primero de Domingo y después de Maite. Y caminando por La Rambla, por el parque (folclorismo ganadero), por la calle del Pilar, hice una parada en el bar no me acuerdo cómo se llama. Hojeé el nuevo cultural de La Opinión. Por un momento creí estar leyendo La Nueva España, colaboradores asturianos. De nuevo tropecé con un artículo de García Martín, que decía que yo era el cónsul de Canarias en Asturias. Lo nuestro, el célebre 2C, mal que bien, defenestrado. A fin de cuentas, es la marca de nuestra historia literaria, desde el comienzo, desde la quema del libro de Fray Espinosa, nacido en Alcalá de Henares, que no comprendía que los godos (¿cuándo surgió en estas malditas islas la palabra "godo" y cuántos cambios de significado ha sufrido a lo largo de su historia? Quizá la respuesta en Mercadona) viniesen aquí a masacrar a sus habitantes de entonces.
Junto a los periódicos, varios ejemplares del catálogo de la bienal regional de artes plásticas 2006, en la sala de exposiciones La Recova. Abre el catálogo un texto de cuatro páginas de Fernado Castro Borrego. Habla del multicultaralismo como ideología dominante de la posmodernidad, y que la sociedad no puede vivir sin valores simbólicos, espirituales. Todo para justificar el dinero público para subvencionar un arte que no le interesa a nadie. Si fuera un arte que valiera ese proclamado simbolismo y espiritualidad, llamaría la atención de más de uno. Pero lo que se subvenciona es el plagio mal hecho, el epigonismo desgastado. En fin, que les den hostias consagradas a los cremas críticos del arte y al nuevo suplemento cultural de La Opinión.
Yo lo único que tengo, después de pagar una cerveza, es veinte céntimos, que la máquina tragaperras convierte en 52, cosa que me alegra. Emoción artística la música de la máquina cuando está soltando el caudal de euros, eso cuando es uno el premiado. Cuando no, es horrible.
Más tarde, la guagua está llena de chinos. Todos hablan chino. Eso me recuerda la novelita en la que estoy trabajando. Los chinos dominan San Andrés. Pero la historia es lo de menos. Lo que importa son las arrugas de la historia. Como tengo ascendencia china, comprendo a los chinos y las chinas. No palabra por palabra, pero sí el discurso en su complejidad. Arte amarillo. Y no subvencionado.
La mar del muelle está llena. Anochece. 2-1. Y el martes, ojalá sea cierto ese momento artístico, un gol de Kome que signifique, simbólicamente y espiritualmente también, la victoria del Tenerife contra el equipo de Guardiola.
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