--Chito, ¿por qué no te afeitas, hombre?... Tu sólo te afeitas cuando vas a ver a alguna jembra --dijo mi padre, en viniendo a San Andrés a mediodía en el volvagen polo a la altura de La Ducal, antigua La Pedrera.
Ni hembras ni nada. A las hembras que les den. El que sí estaba buscando hembras, en el Monterrey, era Orlando anoche. Nuevo portátil en la barra, después de su regreso de la isla de Canaria. Badoo en la pantalla del ordenador, casino interestelar internético donde algunas se disfrazan de lo que no son para asegurarse de que el novio, el marido o el amante quiere tratos con otras. Mujeres masoquistas, no todas son sádicas.
Fermi se mueve de un lado pa otro como un pájaro halcón, posando copas en la barra y platos en las mesitas bajo las fotos de La Gomera. El techo recién pintado de blanco.
--Tengo un amigo en S/C --dijo Orlando Cova-- que las tiene a porrillo. Un día queda con una, otro día con otra, no da abasto...
En la tele Clave de Ja le hace la competencia a Juan Royo. Va de marcianos esa noche el humor televisivo. Antes me gustaban, tenían buenos guionistas, pero ya el histrionismo con que sobreactúan es patético, como C el godo, que alardea de cuando estuvo de topo, al servicio de UGT, en el sindicato de la Record para reventar desde dentro el independentismo de los trabajadores. Memorables, sin embargo, sus recuerdos de las comilonas en el barrio de Somosierra. En fin, C está en Canaria (sin Gran), y no es improbable que evanescente problemas lo aturdan. Piedad para los que sufren.
Me aburre Badoo y dejo de fisjonear la pantalla del portátil de Orlando, y me pongo a hablar con Pedro el carpintero.
Sophy me reclama, que si quiero hablar con dios. No. Y luego subo a almorzar.
Me afeito. Víctor me afeó en la penúltima programaçao haber ido sin afeitar. Pos nada, no voy a ver a ninguna hembra pero me afeito. Un asunto colonial relacionado con la Casa de la Cultura, por debajo de la iglesia protestante al lado del hotel Brujas, me hace despedirme de mi padre e ir a las tres de la tarde a S/C. Mi padre dice que si tengo amigos abogados. Quiere abrir un pleito contra el vecino, a cuenta de la pared en la azotea. Llamó y consulto con Anghel, y Anghel me saca de dudas. Es el único abogado que conozco.
Kafka me invitó ayer a comer en La Pandorga. No quiere saber nada de mi corrección a su novela. La verdad, se la desmonté y la reconstruí. Pero no lo convenció. Vanidad de autor. Quiere que le corrija la versión que me dio por primera vez, pero sin quitarle nada ni añadir sugerencias. Llegué a la página 30. Ya no pude seguir. Prefiero perder los euros pero eso es mejor tirarlo al fuego. La versión que le hice sobre su novelita, a Kafka, está mucho mejor. Si el judío no se atiene a razones, que le den. Pierdo 300 euros pero no le doy camino a una novela desangelada.
En la radio Tijuana malentendimiento con Lizundia. No sé si a cuenta de una inoportuna mención del monumento a san godo Mártir. Al carajo, yo también soy godo. Prefiero abominar del independentismo que perder la amistad de Lizundia. Ya he perdido suficientes buenos amigos y no me puedo permitir el lujo de perder más. El mundo de las ideas y de las pasiones me interesa como acicate vital, pero no tengo nada que defender. Ni en la radio ni, más tarde, en la noche del pueblo.
--¿Tienes perras para invitar a Narcisa a un whiski? --pregunta Chani, en bar Castillo, un montón de horas más tarde, ya con 4-1 Barça/Tete, después de despedir a Ferni y su música venezolana.
--No.
Azul, me fijo, es la camisa de Chani y la falda de Narcisa.
--Los Cova... --me dice Narcisa, y no le entiendo más. Luego, en un banco bajo un laurel de india, no permite que yo hable mal a Chani. La comprendo. Chani es el hombre de conocimiento. Recuerda los joropos de Ferni en su coche, cuando cerró el bar y nos fuimos a ver el pueblo desde el terraplén cerca del puente. Venezuela le importa un carajo. Canarias es el problema, dice, y su verso escribe en una servilleta:
Me dijo Jesús que callera
era con y griega...
¡y a mí qué me importa?
Dios me dijo que me callera
para volver a levantarme
¡otra vez!
Sin embargo, hay un momento de la noche, en que la luna se pone gótica. Ya no hay personas, no hay gente, no hay humanos. La muralla parece habitada por vampiros. Una impresión desagradable. Como si algo en la noche estuviese mostrando la amenaza de ser desangrado.
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