--¿Marcelo se fue? ¿Hoy no se quedó? --preguntó mi padre cuando volví a casa, después de estar con Marcelino en bar Castillo.
--Sí, se fue. No va a estar borracho todos los días --dije, entreabriendo la puerta de su habitación.
--Pero puede sentarle mal, y entonces que se eche en la cama y le pones un cubo por si vomita.
En fin, espero que Marcelino se acuerde de un bastón prometido, y otra vez que se muerda la lengua. Antes de irse me sugirió ir con él mañana a La Gomera, lo que no está nada mal. Esta isla es una prisión, no sólo moral sino ideológica. Si fuera por mí, mandaría a Tenerife a la puta mierda, que explote El Teide y se hunda en la mar del verano, y que se jodan los bañistas y los turistas alemanes.
--Hoy estaba Orlando aquí con el ordenador y yo le dije ¿"volverán las oscuras golondrinas" es de Espronceda?·... no veas cómo se puso --dijo Ferni, ayer, antes de cerrar el Monterrey y... en fin, top secret. Beba me esperaba en El Castillo, para que la acompañara en un paseo romántico bajo los laureles de indias, cada uno un trabajo de Hércules, esos árboles lujuriosos en la muralla, que conozco desde que era niño y que, en su día, mandó plantar un comunista Cova.
Pero de ayer a hoy hay un abismo. Por la tarde en la venta de Francisca, frente a mi casa, o mejor dicho, la casa de mi padre (poema vascongado), pido un ron.
--Le tengo odio a esa mujer --dice la energética y amable vieja doña Francisca--. Es pa cogerla y escacharle la cabeza. Puta de mierda. Parece boba la jodida esa, una sipota... --creo que se escribe "cipota", pero da igual. Me asombra que Quica, mujer de noventa y dos años, tenga esa capacidad de odiar, y además de odiar a alguien que no le ha hecho nada. A una mujer que decidió mandar a los hijos con la abuela, al marido a freír chuchangas y se lió con un maromo que, al parecer, no da un palo al agua y ella trabaja para él. Más complicado es darle fritura al epílogo para el libro sobre la obra de José Rivero Vivas, del mismo autor de Canarias, diversos nacionalismos.
--Lizundia tendría que leer la tesis sobre el nacionalismo que hizo Domingo Gari Hayek --dice Marcelino.
Recuerdo los Hayek, de procedencia libanesa, en los dorados días de la rambla al final de la década de los setenta. No vivo de recuerdos, así que nada. Adiós Jimi Hendrix y ácidos y...
Y por la tarde Orlando en la librería del antiguo teatro Baudet. Más recuerdos.
La pantalla del ordenador me da problemas, y no sé cómo, algo de genio soy, yo solito la arreglo. Otra vez funciona, si no, qué...
--Lo que me falta por narrar --digo, en bar Castillo-- es la última guagua subiendo por el Mamotreto y escapando a S/C, desapareciendo por detrás del castillo.
--Para narrar eso tienes que pintar también el ambiente aquí esta noche --dice Marcelino, en el bar Castillo. Hace calor...
Sí, mejor ambiente que esta tarde en la librería del Cabildo. Eso mejor no narrarlo. Y menos mal que mi padre salió a la calle y no cogió la llave, y me llamó para que viniese al pueblo desde S/C a abrirle la puerta.
Prefiero oír esa canción que Azena pone en su blog.
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