Ideas hay para todos los gustos, y consignas, y catecismos... otra cosa es ver lo que de verdad está sucediendo. Las apariencias dominan. La realidad se oculta. A carajo todos los ideólogos. Parecen hinchas de equipos baldados, unos y otros. Y ningún árbitro imparcial que imponga un poco del tan cacareado sentido común y restablezca, si no la verdad, que no es más que la otra cara de la mentira, la más cruel de todas, la verdad de hoy, mentira de mañana, y la mentira de hoy, verdad de mañana, por lo menos que restablezca las reglas del juego. Mañana te despertarás con un ejército de ideas, y después de defecarlas, te quedarás más aliviado. Espero que te queden dentro las más nutritivas. Actúan como abogados más que como filósofos, que por lo menos intentan ser ese árbitro imparcial, si es que existe eso de la imparcialidad. Ocultan los datos que les perjudican y multiplican el valor de los que favorecen la causa. Unos y otros, los dos equipos, y que mal están jugando. El partido provoca apoéticos bostezos. Mejor cambiar de canal. O apajar la tele. Cuando la cosa explote realmente, la idea única que servirá es cómo salvar el pellejo, si es que dejan opciones. Y ahí sí que no valen componendas. En fin, Maradona al poder, y mientras tanto, no seas tonto y quita el pie de debajo de la rueda.
Por otro lado, Marcelino obsesionado con los tamarindos. No sé lo que es peor, si las ideas o los tamarindos. Y en derredor propio, todo estropeado, la maquinaria entera estropeada. A perro flaco, leña al mono.
Buena cosa Ojos de Miel. Un tal Che, parisino de adopción, no recibe todo lo que merecía, como el otro pollaboba, el profesor Corcho... me dejó con esas ganas, de que al tal Che le quemaran los pelos de la barba, y ya puestos... Su voz, la de Ojos de Miel, discurre ahora por un viaje Holanda, Alemania... Cuando llegue a la última palabra de su última página, me espera con impaciencia El Fulgor del barranco, otra lectura, otro prueba de que, por lo menos en ficción narrativa, estas islas no están en crisis. Sus habitantes, independentistas, no independentitas, no sí independentista, sí no independentistas, están creando buena cocina literaria. Nutritiva y sabrosa, como la lengua de Anghel. Anghel ayer con Victor Ramírez en la Librería del Cabildo, pero esto ya es otro cuento.
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