martes, 10 de agosto de 2010

popurrí

--¿Qué tal, pa? --pregunté después de dejar a victor, alejandro el argentino, el nahualt lizundia y juan...
--¿¿Qué tal? ¡Trabajando, limpiando los quemadores de la cocinilla! ¿Tú no viste cómo estaban, llenos de grasa?
En fin, día controvertido, con sus gracias narrativas.
El Rabia en el Castillo por la mañana contando sus aventuras de la cárcel, sin el dramatismo de Oscar Wilde ni la loa de no sé quien... equilabrada narración, como debe ser.
--¿Quienes son los peores? ¿los polacos? --preguntó Jonay.
--No. Yo con los polacos siempre me llevé bien, me entendí con ellos. Lo peor los moros, traicioneros y chivatos. Siempre llevan una cuchilla entre los dedos, y cuidado si tienes un problema con ellos... te descuidas y te cortan la cara... mala gente, los moros.
No le pregunté por los judíos. No creo que hubiera ninguno en Tenerife II. Lo que sí había eran dos etarras.
--Normal. Se hacían respetar y respetaban.
El Rabia salió de la cárcel hace unos días. La verdad es que tiene cara de santo. No sé por qué lo llaman el Rabia. Es la estampa de la tranquilidad.
Luego llegó Chani. Otra vez dando la lata con la oración con Dios de la otra noche.
--Te cres que soy bobo... --le dije.
Ni una mención más a la otra noche.
Beba contenta porque el hijo no era el dueño de la droga, sino un amigo. Ay, señor, qué ingenuidad.
Ingenuidad la de Víctor, por la tarde en Tijuana, con un tal Ricardo de la Cierva, que yo, ignorante, creía que fue el inventor del submarino. No, mano, ese fue Isaac Peral.
Buen programa. Lo conduje con manos de hierro. Y fue Juan el hombre clave, que puso algunos puntos sobre algunas ies. Luego fueron todos a San Andrés. Allí Orlando y, luego, José Rivero. Este pidiendo que... No, mano, eso si quieres lo haces tú. Ya conozco a estos moros de San Andrés. A quién no conozco bien todavía es a la cubana. Tonto de mí, le dí el número del móvil. Acaba de llamarme. Me espera en el Hotel Príncipe. Habitación 315. Le dije que iba pallá, en la guagua. Qué débil soy. Esto no puede ser. Me invitó a cenar. Le dije que ya había cenado. Nos invitó a geldes y sardinas Juan en el Monterrey. En fin. A S/C me obligan a ir... Ya les contaré, malditos lectores.

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