--Ayer no los escuché, pero el otro día sí, y no me gustó nada la manera de tratar a Anghel los dos hermanos, parecían que se burlaban de él, y eso que Anghel estuvo muy correcto en todo momento y los dejó hablar sin interrumpirlos... en fin, vaya personajes --me comentó una oyente, de La Puerta y también del programa deportivo de las 14.30 de lunes a viernes.
La encontré, en un paseo por la playa. Me llamó desde la zona de las palmeras próxima a cuartelillo de la Cruz Roja. Y me pidió que le pusiese crema en la espalda, trabajo que hice sin padecimientos.
Quise explicarle que Anghel es un boxeador diatríbico, y que lo mismo es diestro en dar como zurdo en encajar, y que en todo caso, la programática de Tijuana a las seis de la tarde los martes se convierté en una función teatral, a veces trágica, a veces cómica, y las más tragicomíca, y por mucho que se representen a sí mismos, los personajes son personajes, por lo menos mientras el escenario tiene los micrófonos abiertos. También quise pedantear y decirle a la linda y casi desnuda oyente una de la enseñanzas del yaqui don Juan. Ganar poder implica perder la autoimportancia personal. Todo eso se me pasó por la cabeza decirle, pero la cabeza, a pesar del paseo curativo, la tenía aún aplastada por la combinación explosiva de bebidas espirituales. Arehuca en el S/C, Guajiro en Tijuana, Pampero de lujo en la grata velada que hubo en casa de Lizundia, Aldea en el Monterrey, Brugal en el Castillo... buf, no quise que una mujer que me aprecia se enterase de de mi perder control, poder e importancia de la noche anterior.
Tres horas más tarde, en lugar de una mujer, tenía al lado un libro prestado. Las armas y las letras, de Andrés Trapiello, con el que continuaremos seguramente el próximo martes, puesto que Victor en el martes pasado no sufrió inelegantes interrupciones y disertó una media hora sobre la opinión de que el régimen del esposo de Carmen Polo fue fue autoritarismo y no tiranía, dilema interesante pero que apartó hasta más ver a autores como Foxa, Giménez Caballero, Ramón Gómez de la Serna...
A este Trapiello lo conocí de pasada en Asturias merced a su amigo el pope de la poesía de la experiencia ovetense. También recuerdo haber conocido, también de pasada, a Manuel de la Prada y a Juaristi. Con los dos primeros, indeferencia axiólogica; en cambio, Juaristi me despertó una grata simpatía, aparte de la que ya le ofertaba como lector de sus desenfadados versos satíricos. Pero bueno, ahora me voy otra vez a la playa. La oyente me aseguró que estaría a la sombra de la palmera hasta que se hiciese de noche, y aún falta un poquito.
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