Mierda, acabo de perder todo lo que escribí anteriormente. Hablaba de un artículo en la prensa extranjera, de un catedrático de no sé qué, que vaticina que Israel tiembla con los nuevos acontecimientos en el mundo árabe, y más ganas me dan de oír lo que dirán los Hermanos el día 18 en Al Faro.
Luego hablaba del recién abierto blog de Agustín Enrique, "Lobo atlántico", de quien un amigo dice que debería llamarse "Pequinés a bordo de una chalana en un charco pequeñito". "El ser humano siempre debe rendirle cuentas al tiempo", escribe AE. Nada que objetar. Tópìco que se cae de maduro. En otro sitio, oigo el discurso en Suecia de Vargas Llosa, a quien ahora ladran perros argentinos (no pequineses). "Perú no tiene una identidad porque las tiene todas"... "polígrafos acostumbrados a juzgar a los demás desde su propia pequeñez", son algunas frases que recuerdo. Empiezo a sentir simpatía por VLL, aunque hace tiempo que desconfío de las palabras pomposas (Libertad, Democracia...), herederas de los fundamentalismos pseudo religiosos. En otro lugar, leo una mordida de Ezequiel Pérez Plasencia titulada "Editorzuelo": "La editorial Vencom parecía limpia e inmaculada, pero era sucia y traicionera". Hombre, último víctima de los buitres, en las actuales cuentas del tiempo ni la Virgen está inmaculadamente limpia. En fin.
Bajo al bar Castillo, donde se habla el mejor y más primoroso español de todos los tiempos y territorios, con permiso de nuestro Anghel Morales. "Ayer no quería quitarte el sombrero, que te pusiste, sino saber de qué estaba hecho", dijo el Fatiga. Quien si intentó quitarme el sombrero fue Fabiola. Hay gestos en que el sexo me da igual. El sombrero de un hombre es sagrado, y más si se lo regaló una de sus hijas. Y me da igual que se llame Fabiola o Letizia, otra que tal baila.
Me llama Marcelino, contento porque el Reyno de Navarra se interesó por su salud. Ya se le bajó la fiebre, ya está en pie de guerra. La única nota discordante en el Castillo hoy era el tío de Juanito. El niño sigue sin aparecer. La Unipol ya está moviéndose por todo Santa Cruz, en pleno corrupto carnaval, buscándolo. Si lo viese le cantaría las cuarenta contra los peligros del amor. Está bien el amor a partir de los ochenta. Antes de esa edad es una dictadura contra la que hay que luchar. He dicho.
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