Ayer discusión con mi padre por la mañana.
--Haz lo que quieras pero no me pidas que te aplauda, y si ahora Thor es tuyo, mejor, así llamo a la perrera con más tranquilidad.
--Còmo es eso... --ladra el perro--. Vale que no quieras sustituir al que hasta ahora me compraba la carne, pero como llames a la perrera te denuncio por malos tratos.
Lo que me faltaba. Ayer perra y hoy perro. Protégelos la ley y ellos se aprovechan.
--Vale, can listo, pero la carne que te la siga comprando tu ex dueño...
Más tarde estoy fregando los platos que aún no se han roto cuando suena el móvil. Es Orlando. Me requiere con máxima urgencia.Ddejó en el fregadero media vajilla enjabonada y la otra media por enjabonar.
Cuando llego a la casa del poeta, observo que ha dado un paso adelante en su suicidio anunciado. Cuatro cortes en las muñecas, con la sangre coagulada. No hay peligro de que se desangre. La bañera llena de agua caliente y los somniferos preparados para lo que él llama muerte feliz o muerte digna, no recuerdo bien. No sé si meterme en la bañera y darme un baño, llamar a la ambulancia o ir a la casa de mi padre y traer la lima de hierro y amolarle el cuchillo, de mango amarillo. Finalmente, opto por llamar a su médico de cabecera, un cubano que trabaja aquí en San Andrés por las tardes. Orlando me da un disco con sus relatos inéditos y un poemario también inédito, con el ruego de que se lo lleve a Pilar Pomares cuando él ya no esté aquí en este valle de lágrimas.
--Los relatos corrígelos como tú quieras, pero los poemas, sólo las erratas.
--Y la nota de despedida --en tinta azul sobre la mesa-- ¿te corrigo las comas o también el estilo?
"Otra vez metido en la senda de la podredumbre", comienza el escrito.
--Puedes empezarla: "De nuevo haciendo el pollaboba...".
--¿Por qué me tratas como si yo fuese un plomo?
Tiene razón. Creo que en adelante debo corregirme y tratarlo como si fuese un corcho.
Llegan médico y enfermera. Etc. Etc.
Por la tarde acude nuestro primer oyente, el oyente decano, nuestro marino aguerrido Marcelino Marichal. Mi hermana ha llegado y habla por teléfono de no sé quién que se portó como un barriobajero mientras el ponedor de títulos y un servidor salimos hacia el Monterrey.
--¿Tú sabes dónde está Chani? --me pregunta la abuela del gato cuando pasamos junto a su ventana.
En la esquina de abajo nos encontramos con Pepe. José Rivero admira a Marcelino. No sé qué le digo a Pepe que Marcelino se pasa los cuatro rones en la barra del Monterrey recriminándome que estoy haciendo cenizas de su fama.
--¡Cenizas de mi fama! ¡Buen título!
--Otro título que te doy...
En eso llega Orlando, que no se ha querido quedar en la Residencia, mostrando con orgullo los estigmas, y luego llama mi hermana por si Marcel puede llevarla a Santa cruz.
Se hace de noche, la mar adquiere un color negro brillante. Flotamos sobre tierra.
Y hoy programa. A las seis de la tarde en Radio Unión Tenerife, si flota la puntualidad en las cenizas del aire.
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