viernes, 1 de abril de 2011

nostalgias

El prólogo de JM Lizundia a la novelita que espera como un mendigo a la puerta de la iglesia la merced de verse agraciada con vestido de libro hecho y derecho (y no es la única), me hizo recordar con nostalgia mi época de literato artesanal, trabajando de negro para capullos que querían prosperar en el paño artístico, siquiátrico o literario, o, mas decentemente, haciendo trabajos a petición del editor, en este caso Silverio Cañada. De esos tiempos nació Samurai, una novelita montada sobre los cuentos tradicionales de Japón. Y también nació la traducción (así figura en la portada) de El viento entre los sauces, trabajada en noches de inviernos en máquinas gigantescas, prehistoria de la infomática, de un estrecho taller de Fotocomposición. Pero como soy torpe y camino al revés, seguí empeñado en la escritura surgida de los propios huesos y la sangre del ruido del mundo. Deploro a ese autor. Algún día lograré quitármelo de encima. Mientras tanto, sigo trabajando, en una tierra enemiga, poblada de ladrones sin categoría y lúgubres sentimientos. Frutos secos.

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