domingo, 3 de abril de 2011
noticiex
--Chito, caliéntame leche para echarle al potage --dijo. Yo tuve la idea de administrar el dinero del Amo y transcribir las historias de su vida. El Amo decidió que el andrógino fuese el administrador de sus riquezas. Me quedaba a mí recoger las historias, como un viajero inglés recorriendo la vida de un hombre. Pero un mal día llovió veneno sobre el aire de la Casa y las historias enmudecieron. Como un forzado en galeras, me quedaba trabajar los océanos de palabras reunidas en el ordenador grande, y en el portátil pequeño, y desperramadas por cuadernos de variados colores y tamaños. Debo agradecer al poeta Orlando, cada día más demacrado, el arreglo de la computadora; no tanto el desaguisado visual que me hizo en este portátil. Aquí trabajaba Horizontal plus. Dejé en barbecho esa obrita y pasé a la computadora, que hace una semana quité del cuarto de arriba y puse primero en el cuarto donde murió el Ama, donde yo dormía hasta que el Amo cayó, y ahora la mudé al comedor sobre el pozo.... Ese día lo encontré tendido, al Amo, sobre el suelo del pasillo, a la salida del baño. En la computadora elegí Diario de un gigoló. Incorporé a esta obrita los personajes chinos de Informe, y creo que la hice ganar en oscuridad. En fin, a raiz de una de esas clases (de las que nombra Lizundia en su prólogo) con Pilar Pomares, el gigoló escribe El túnel (¿que se lo vendió después a Sábato? Vale, puede ser). Me reconcilio con ese diario del gigoló. Tiene tinieblas densas, a pesar del lenguaje vulgar, que, creo, ahí funciona como lenguaje técnico. --Los entrenadores han de ganar perras como el carajo --reflexiona. La tribu contraataca. Era de esperar. Gadafi no se baja del burro. La coalición da palos de ciego. Zapatero dice que se va. Que se vaya. Ese día habrá que hacer una fiesta, sin distinción de sexo, raza ni partido político.
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