viernes, 3 de junio de 2011

otro sueño

A las cuatro, tengo que subir a La Laguna a buscar la copia de Ella y otras mujeres. Me he puesto a leer a Corín Tellado. Tengo aquí por lo menos cuarenta novelitas de la escritora asturiana. La que agrarré se titula No engañes a las dos, que enlaza con Tokio blues, vista anoche con Ramón en los Renoir. (Antier Marcelino solo en la sala, y ayer noche solos Ramón y un servidor.) Dos mujeres opuestas. Una complicada, con recovecos sexuales problemáticos, y la otra desenvuelta y disfrutadora de los manjares de la vida. Dos tipos humanos que están en la novela de Tellado y en la película basada en la de Murakami.
El Cuervo dijo que ya Charlín tiene nueva novela, fresca aún la tinta. No sé si un comprador, pero sí por lo menos un lector lo aguarda en La Maldad. (El machango seudopoderoso que da la espalda al Gran Canal, me dijo Marichal que es el Capitán América. Esto me recuerda el sueño de anoche, cortado por la misma tijera de un cuento de Jack London (creo), Por un bistec, que en el sueño es un solomillo.)
En ese sueño, dos pitagóricos se enfrentan en Tijuana en un combate de boxeo. El viejo Víctor Roncero --Capitán América, en la imaginería del Cuervo-- y el nuevo Jesús Manuel. En el cuento de London, es un combate decisivo entre un boxeador joven y otro viejo. Los dos necesitan ganar el combate, llevarse el cinturón de campeón. El joven Jesús lucha por la gloria, ser celebrado como sanedrín del ring, y el viejo Víctor por un solomillo. En el cuento gana el del solomillo. En el sueño no pude llegar a la conclusín de la pelea. La campana del despertador deshizo esa realidad paralela que, supongo, no es la que quiere corto atar nuevamente José María Lizundia, el árbitro de la pugna, en el sueño.
En fin, hablaba de Corín Tellado. Me sorprendió, quizá porque la estoy leyendo con el eco, nada sombrío, de Rubem Fonseca aún fresco en mis oídos. Es curioso, cómo la novelista más que sugiere lo que no cuenta, los silencios, lo que calla pero hace ver entre líneas, silencios más poderosos que las palabras visibles, aparentemente inocentes y sin fallarle ni en una coma a la moral social de ayer y de hoy. Recomendable. Despertadora de conocimientos sencillos, obvios.

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