Dije que Doctor R era el único que podía relatar esa noche, porque en dos líneas reveló con una claridad cegadora lo que a mí me costó una novela descubrir, y sólo hasta cierto punto. La observación cirujana del doctor es impecable. Un intríngulis que tiene que ver con Chitoski y Mirella pero también con Orlando Cova. Quizá me inspire su volcánica emanación y pueda escribirle una carta abierta para algo que nos pidió Rubén Díaz, un especial dedicado al poeta de San Andrés. Por supuesto, el secreto me lo reservo. Matar hablando no es buen método si uno tiene que vivir en sociedad. Ser individuo --según Max Steiner: acabar con la inposición del derecho, del Estado, de la Familia y del pueblo-- acarrea que tengas que convertirte en criminal. Sin crimen no hay libertad individual. Y por el momento, mejor dejarse de pensar en crímenes. En fin, Orlando amaba a la familia y al pueblo y al comunismo y era proclive a los palestinos y una vez gritó "¡Independencia!", cuando se presentó en Las Américas el libro Canarias diversos nacionalismos. A partir de ahí, siempre que veía a Urko (el amigo bilbaíno de San Andrés que lo atendió con coraje en los últimos días del poeta en el pueblo) saltaba con "una bandera con siete estrellas verdes cada día". Sin embargo, yo no lo haría mártir del independentismo, ni mucho menos. Él anhelaba una España más considerada con las islas. En fin.
A ver si me mandan los escritos (no digo "cuentos" porque uno de los que tienen que mandar dice que lo suyo no es un cuento, desconocedor de lo que significa "hacer el cuento" (que aquí es narrar algo que te ha sucedido o has visto)). A ver si los mandan, porque ya hay que cerrar ese bar de la ignominia. Espero que no se hagan de rogar.
Nuevas novelas y no-novelas de ficción narrativa en la cesta de Ánghel. Tiempos malos, ganchos a la mándibula. Hoy con el amigo Ánghel en La Laguna. Con dos poetas de su colección. Un poeta y una poeta. Y gracias al mapuche pudimos volver a Santa Cruz.
Antes pasé por el local del brujo. Me recordó Estambul.
Y tenía razón. Pero España no pinta nada. Hay que pedir cuentas a la U.E., hacer de la insularidad y lejanía del territorio una ventaja en vez de un problema. Cabría preguntarse ¿Qué puedo hacer yo para que se haga realidad el anuncio de La Dorada: Qué suerte vivir aquí?
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