Por dos cosas trabaja el macho de cueva
--lo dijo el sabio, lo dijo el poeta--,
una cosa es por comer todos los días,
costumbre que tiene uno, todavía.
Y la otra cosa, ellos decían,
es tener al lado hembra placentera.
Lo dijo el de Hita en alejandrinos,
en román paladino de la clerecía.
El de la Cogolla, el monje Berceo
lo contrario decía, versos de invierno;
con una oración, llegamos al cielo
y yo estoy rezo que rezo que rezo.
Ni cielo, ni almena, ni torreón.
Nada de sexo, no me quiere Amor.
*
¿Sabrá la cuerda lo que pesa mi culo?
Ella quiere negro con pinga de mulo,
raza mandinga de follar profundo
que llegue en la cueva a lo más oscuro
y provoque chispas de fuego encendido,
de flores y frutos el valle sembrado,
y yo prisionero, aquí encarcelado.
Ya pasó mayo y junio ha venido
Sigue el ballestero matando los pájaros.
Dios no me ha oído. Aún no le ha dado
el mal galardón que le he deseado.
Macho salido cada vez más bruto,
un bruto salido, que mayor sinsentido
que querer un nido y no hallar el árbol,
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