Ayer por la noche Juan me llevó a uno de sus lugares exóticos. Un restaurante de comida oriental, desde la India a China, sin pasar por territorios musulmanes, pues el plato fuerte, antes del postre, era un preparado de carne de cochino. Y vino del país, que se dejaba beber. Hablamos de muchas cosas. De lo que significa este oficio en Canarias y de editores, de derecha y de izquierda, de los adictos a Vox, el lobo feroz, o al ya casi desaparecido Podemos, el zorro astuto guardando el gallinero. Me dejó el borrador de su segundo viaje a Grecia. Me dijo que incorporaba fotografías hechas por él. Esto me hizo fruncir el seño, pues las imágenes en un libro no deben desentonar del texto. Cuando vi las fotos, me tranquilicé. Están muy bien aunque las haya sacado Juan. Del libro me pidió que se lo dijera si me cansaba. Humildad suya que no viene a cuento. La obra entera de Juan no cansa, las tiene unas más geniales que otras pero todas tienen importancia y son entretenidas. He empezado a leer el borrador. Útil y entretenido y en cierto modo novelesco. Él como personaje que recorre la Grecia actual y la antigua, y respira la esencia de los antiguos dioses. Nada que enmendar por lo pronto, salvo un leísmo, que si se publica en la península, es mejor dejarlo así.
Hoy la mujer tigre me manda un wasap con foto y que ya le llegó la novela. "A ver qué pasa ahora", añade.
Berto, a raíz de lo que escribí en fb sobre su reciente libro de cuentos, sigue mandándome mensajes:
--Yo, aquí preparado como Aquiles, pal resto de lo que venga. Revisa tus palabras. Hablaste del libro. Es lo mismo que me dijo la editorial. Anima al Aquiles de San Andrés y me cuentas. En pie y dispuesto. Si empiezas por el último cuento, entenderás mejor. Ese libro tenía como destino el fuego...
También hablé con Marcelino. Encontró a Anghel. Le dijo que dentro de dos día se incorpora la trabajadora que está con la maqueta de Barrio chino. Palabras bonitas, aunque dos días en la semántica canaria puede significar... bueno, mejor no lo pienso. Le dijo a Marcelino que vio a Nguyen y que ella le contó lo mal que estaba yo de salud. Espero que no tan mal como para morirme antes de que salga el libro. Aunque seguro que tendrá más éxito de venta si yo me acabo de ir al otro barrio. Bueno, la blanca señora puede esperar. Todavía es pronto.
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