De la escuela el primer recuerdo es de don Eduardo, el maestro que nos enseñó a leer.
Mi padre me levantaba de amanecida en la casa de San Andrés, le ayudaba a cortar la alfalfa de los conejos, los que criaba en el patio, y bajábamos a la parada de la gugua frente al muelle. Recuerdo el Sol naciente mientras bajábamos por la calle Belza a coger la guagua. El trayecto a Santa Cruz era por la carretera vieja, hoy en penoso desuso y acabamiento. Bájamos frente al Capricho. Los lunes o no sé qué día me compraba en un puesto de colorines El Capitán Trueno y El Jabato. Luego, antes de coger otra guagua para subir a García Escámez, parábamos en la Viña del Loro. Él adentro echándose la mañanita y yo en la puerta hablando con el loro. Aquel loro me enseñó todo lo que sé en metafísica. Tuvimos una conversación larga. Yo le preguntaba y él me respondía. Cuando mi padre salió, yo le quise contar lo que el loro me había dicho. Pero no me hizo caso.
Don Eduardo nos enseñó a leer por el método de asociar cada letra a una forma y movimiento de las manos. Recuerdo a uno que salió a leer a la pizarra y la danza de sus manos, que marcaba el ritmo de su voz, era extraordinaria. Yo aprendí a leer porque quería saber lo que decían Crispín, Goliat, Fideo el de la flauta, el Jabato, el Capitán, el malayo con el cuchillo entre los dientes mientras aboradaba el barco...
Una vez ya desanalfabetado, el siguiente maestro nos enseñaba las cuatro reglas. Supe que la multiplicación es una suma, y daba con el resultado contando dedos... 3 x 4: contaba tres dedos cuatro veces. En lo literario solo recuerdo la vez que salí a recitar unos versos sobre el Cid Campeador. "Por el Valls de las Estacas, el Cid cabalga". Y yo lo recité como si estuviese cabalgando sobre Babieca. Por lo menos no hice el ridículo.
Hacía un sorteo de un regalo los lunes entre los que habían ido a misa. Yo fui a misa en San Andrés y le dije que podía participar. Me dijo que sin un certificado del cura, don Onofre, yo no participaba. Sólo los que él sabía que habían ido a misa en la iglesia de García Escámez, donde hice la comunión.
Me acuerdo de los chiquillos jugando en el patio o formando filas para cantar el Cara al Sol por la mañana y el Prieta las Filas por la tarde, después de comer.
y después sigo contando dios mediante.
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