martes, 2 de mayo de 2023

Maestro, perro empalmado y gallinas durmientes

 --Es un libro que hubiera podido escribir Jiménez Losantos --dice Jesús G García en youtuber en la tercera charla sobre el tercer tomo del libro de Antonio Escohotado Los enemigos del comercio.

(Inciso. A Juan Royo le recomiendo oír a ese discípulo de Gustavo Bueno, sus numerosas clases virtuales sobre la obra de Cervantes. ¿Por qué? Porque una vez, cuando hacíamos el programa La Puerta en RUT (Radio Unión Tenerife) rebajó a un colega, a quien yo tampoco tenía estima literaria, diciendo que tenía un estilo cervantino. No le mordí la oreja porque Dios es grande. El estilo de Cervantes no tiene nada que ver, sino que es lo opuesto, a la retórica hueca y enrevesada.)

Maestro pone a caer de un burro el libro de Escohotado. Yo cuando oí hablar a Escohotado sobre ese libro suyo, me convenció. Vi el mercado de Nuestra Señora de África. No vi el otro, el esclavista chupasangre.

Por supuesto, no es lo mismo una charla de una hora que un libro de muchas más que mil páginas. Todas las masticó y digirió Maestro. Una proeza. 

Por aquí por el barrio la cosa bien. Fui con Topín a Ibrahim. Entró Dácil, que tiene un perro de presa. Lo tuvo que llevar al veterinario porque tenía la polla como un boniato, estaba salido y no tiene hembra.

 Maite con Marcos el Cuevas (hombre extraordinario) y una cerveza, le elogié el vestido, claro azul con variadas flores, y le pregunté por la medalla posada sobre su pecho. No era ningún santo. Era una M, sostenida a la cadena por su ángulo izquierdo, lo que provocaba que estuviese posada en oblicuo. Colgada por el ángulo inferior estaría en mejor equilibrio, pero la letra sería W, escrita con caligrafía carolingia. El Topín, Marcos, Maite y yo sentados en la mesa 1, la que está al lado de la máquina del dinero, la hijaputa. Y Dácil, mujer ninfa, de belleza acuática, narrando la empalmadera del perro. La solición que le dieron Marcos y Topín es de novela como Agosta escribe; en esta novela es pepita de oro, aquí no.

 Del perro, pasando por los gatos --condenados a la castración--, fuimos a las aves de corral. Topín hizo el cuento de un gallo al que se le fue la cabeza y cantaba a las tres de las madrugadas. Marcós hizo un cuadro de gallinas y gallos subiendo hasta las ramas más altas de un aguacatero, a dormir. Eso fue ayer. Hoy el aguacatero ya desapareció, y gallinas quedan pocas en esa parte del barranco Santos.

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