Ni ponerme fuerte, ni caminar, ni pintar. Pintar sí, las paredes del patio. Y escribir. Poco a poco la novelucha del gigoló, personaje cada vez más alejado de mí mismo, el único acierto que me reconozco. Crear un mundo totalmente ajeno a la historia personal. El gigoló triunfa mientras no se enamora. A mí me pasa al contrario. Las mujeres que él conoció son lagartas, brujas, aprovechadas, taimadas, ladinas, y algunas cosas más que no recuerdo, todas menos una. Las que yo conocí todas me enseñaron algo provechoso, incluso la maltratadita. Sabía narrar, esa santa mujer. Pintar no, pintando era una contraída. En fin, tres novelas fabriqué desde el juicio, y dos con el mismo guineo: la violencia de género. Menos mal que en el gigoló está de telón de fondo ese género, nada más que la maceta que sostiene la planta. En el informe es la planta primer plano, y la maceta el telón de fondo. En la otra, abandonada en este portátil, reescritura después de la versión que leyó José Lizundia, no tiene nada que ver con la llamada "violencia machista". Menos mal. Todo está esclavizado por la fugacidad del tiempo. Un tiempo para llorar, otro para reír. Vanidad de vanidades. La feria de las vanidades. Creo que alguna vanidad me toca en la feria que se avecina, con frutos contundentes y rotundos. Hablo de amigos, en relación con el oficio de la escritura. En el de pintor impresionista, con toques de Toulouse Lautrec, lo que me interesa son las amigas. Ojalá me pidan un retrato (sería una osadía, no tengo piedad) y no un poema. Siempre que la modelo ponga buenos materiales. Aunque el otro día hice un retrato del Cuervo sobre un ramo de flores. En ese cuadro, delante y por debajo del Cuervo, entre las flores aparecen un moro y un judío, a veces dialogando y otras sólo mirándose uno al otro, midiendo la fuerza y la astucia del otro. El cuadro está muy bien, incluso sin los retoques que aún le faltan. Pero ahora toca pintar con brocha gorda. Dejarse de finuras y vanidades. Y a las posibles modelos, no pidan belleza ni rebaja.
5 comentarios:
Yo soy un moro judío que vive con los cristianos, no sé qué Dios es el mío ni cuáles son mis hermanos.
de Chicho Sánchez Ferlosio
Es una alegría volver a leerte.
Pintor, que pintas con amor, me acordé de ti viendo el entierro del Conde Orgaz del Greco en Toledo. Una maravilla. Salu2
Una ciudad que me gustaría visitar. Creo que es la única en el mundo que tiene una calle dedicada al Diablo.
Yo me acordé de Nuestro Amado Líder hoy hablando por teléfono con mi hermana, pero supongo que por aires menos poéticos, más de prosa kafkiana... Si cuadra yate contaré, grato sevillano.
Ay Chicho y sus canciones. Canciones de taberna, de guerrilleros, de gente que no quiere ser español ni ser nada, que es como decir querer serlo todo. Un nombre que me trae recuerdos no sólo de mis años en España sino de mi primera primavera en Tenerife. En cuanto a España, conocerla es conocer Toledo. Judíos, moros y cristianos. Tres dioses y un sólo nombre verdadero. La voz de Chicho, el gallo negro contra el rojo. "pero el rojo era valiente"... No sé. Mucho rojo desteñido es lo que queda de ese gallo. Es lo que veo por aquí, Azena.
A ver cuando liberas de derechos alguno de esos cuadros y los vemos. Pon una imagen.
Publicar un comentario