´No sé si decirle a la mujer placentera que quiero comerle el membrillo. O hablarle con el perfume oral con el que don Quijote le hablaba, en sus delirios, a Dulcinea. Hablarle como un goliardo o como un devoto. Los dos modos son verdaderos, y no riñen el uno con el otro. El mundo lo vemos a la sombra del Árbol de la Vida o embriagados con el perfume del Árbol de la Ciencia. Tengo la mística sospecha de que las raíces de ambos se entrelazan y se alimentan de la misma oscuridad.
Ya estoy pelado. Labor de artista. Me miro sin abrir los labios y me veo más guapo. Curioso, hoy mismo la alegre hembra --ella manda y yo obedezco-- me dijo que tenía que pelarme. Luego vino Nguyen y me embelleció incluso la barba.
Conmigo es mujer con los pies en la tierra. Me aconsejó que fuera al mar a bañarme. Ganas me dan. Me estorba el que tengo el sueño cambiado y que los viajes fuera de casa tienen un tiempo limitado. La fatiga no se demora y me manda volver a casa.
Agradable es Nicolás pero a veces hay que tomar pastillas más fuerte que las azules para oírlo sin perturbaciones. Hoy el viejo Ventura vio una rata en los jardines y luego Nicolás también la vio. El cuento que me hizo, de lo peluda, negra, gorda y rabo negro y largo de la rata no quiero repetirlo. Luego llegó, del bar de la Sociedad, el Topín. El cuento que le hizo Topín, de como le iban a cortar el cuello para operarlo, tampoco quiero contarlo. Bueno estoy yo para esos cuentos. Busco la novela Los últimos días de Kant. De Quincey la estructuró y narró muy bien esa novela. Maestro me ha incitado a conocer mejor a Kant. La virtud de Maestro es soberbia; logra que uno miré con renovada simpatía (el caso de Borges en mi caso) a quienes Maestro denosta.
Leo en el blog de ben Liza una ejemplar definición del progre. Si algún día retrato a los progres, plagiaré a este autor. También habla de una musulmana que es un misterio, pero esto es otra historia.
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