--Aunque me cueste trabajo, voy a ir a la misa --dijo mi padre, y fuimos.
Me fijé que el cura ya no tiene monaguillo. Cosa esporádica o estable, no lo sé. Debía ir más a la iglesia, para documentarme mejor del personaje de un cura en el informe...
--Mundi, ¿y la flores que trajeron... pa qué eran? --pregunta mi padre a su nieto, una dos horas después, después de misa y después de cenar.
--Para Santa Rita.
Mi hermana, un amiga llamada Teresa y mi sobrino cumplieron a esa santa una promesa hoy. Día de la octava misa de aniversario por la muerte de mi madre... Venir de La Salud a San Andrés caminando. Ojalá en la caminata hayan recordado bien que lo que se da no se quita, y por lo visto, lo que se quita no se da. Tengo que investigar esa santa.
--¿Qué dijo el cura de que la suegra contra la nuera? --pregunta mi padre.
El nuevo cura, en sustitución de al parecer el inolvidable don Bernardo (al que "aquella" le tendió una trampa en la plaza del Príncipe in illo tempore), leyó un pasaje del Evangelio según San Lucas. Dijo Jesucristo: "No he venido a traer la paz sino la división... y el padre estará contra el hijo, y la madre contra la hija, y la suegra contra la nuera...".
--Es verdad, eso es lo que sucede --dijo Teresa, con las piernas molidas de caminar para que santa Rita se acuerde...
El que no se acuerda de nada es el katire. Lo llamé antes de entrar a paliativos, donde tenía cita con el médico, a la hora del angelus, en un lugar a menos de 500 metros de la maltratadita de alegre memoria. No como la del katire, la memoria, que la pierde cada vez que se emborracha. Cuando recibió mi llamada, estaba preocupado porque había perdido el coche, y llevaba buscándolo hacía una hora... Fui piadoso y le revelé que el coche lo había dejado en San Andrés. No se acordaba de que la noche anterior lo metí a la fuerza en la furgoneta de Fernin ni, lo que es aún más grave, que estuvo bailando la danza del vientre con Karima cuando ya el Monterrey había cerrado la puerta, a media luz los dos, y Fernin diciéndome que ya que yo era poeta, le hiciera un poema de Navidad para bla bla bla... Navidad, que linda navidad... no sé, a lo mejor me da por ahí. Delitos peores he cometido.
Cuando arrancó Fernin, con Karima y el katire detrás, hacia la curva de la montaña del ojo, pasé por El Castillo. La zona estaba animada. Los polis tenían a los pibes bajo el laurel sin banco con las manos en la nuca, y buscaban medios gramos hasta en las raíces del laurel que ya no tiene banco al que dar sombra por el día. Y a Pol, simpática y bella chica, que a mí me tiene cariño y lo recibo con agrado, una policía, mujer morena, la obligaba a meterse en un celular, para registrarla. La danza policial duró tres cuartos de hora, espectáculo divino, aunque no hubo violencia.
La policía dejó libre a Pol, sin cargos. Y se fueron, después de advertir a Jose, el barman, que la próxima vez que vieran vasos y botellas fuera del bar... Pol, con la cara demudada, entró en El Castillo.
--Ay, Jesús, no sabes de la que me libré... La tía me registró todo el cuerpo, y le dije que no me apretara la tetas, que estoy embarazada, "bueno, quítese el sostén", dijo... De arriba a abajo me registró, y tenía el medio pollo en el bolso, a la vista... Jose, ponme una cerveza...
Seguramente santa Rita, mediando para que no le quitaran lo que le habían dado...
Y a pesar de estar hoy yo bajo el signo de El Colgado, el reverso de La Emperatriz, me encuentro el comentario, en la entrada anterior, de JRamallo. Un autor muy bueno. De los que uno agradece que sea autor y que escriba, mal que le pese. Lo conocía de su blog, y estaba esperando que el katire me dejara Ensalada de canónigos, su libro de cuentos en la editorial Idea, para leerlo e invitarlo a la radio. En fin, una aparición feliz en esta flor que obliga al katire a tener premura. Por lo demás, más nada, casi nada más. Antes me llamó Chani, que estaba en La Pandorga, con Suny, y la buena valenciana me invitó a un dedal de ron, y Jose, el dueño de La Pandorga, me dijo que tenía que hablar conmigo en privado.
--Si tú quieres me gustaría que me escribieras un poema de Navidad, para una postal que hago todos los años, y me dices lo que me cobras...
No le digo, aún, que un par de copas. Yo dinero no puedo cobrar, me lo impde la ley, y sobre todo cuando no creo tener ninguna musa adicta a la dichosa Navidad. Bibiana Aido ha sufrido una caida, pero nada grave, debajo había un colchón sin garbanzo.
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