Anoche un sueño maestro, no sé si con el librito acertado. Me enseñó que es de torpes dar cabezazos a una montaña con el intento de hacer un túnel para pasar al otro lado. El método más idóneo es volar, remontarla y luego seguir ascendiendo. De los apaciguados es el reino de los cielos. No hay nada que perder --decía el hombre de conocimiento-- sino la propia impecabilidad. Eso también me lo recordó ese sueño maestro. Y que la paradoja de Aquiles y la tortuga no es tal, sino la demostración de que el movimiento no existe. No hay diferentes puntos en el espacio, sino la repetición de un mismo punto. El movimiento es una ilusión, un espejismo necesario. En fin, supongo que algo de cierto habrá en toda la pretendida maestría de ese sueño. El Tenerife ayer no perdió. Le ofreció a mi amigo el Cuervo un relato impecable, lo único que no podemos perder, si queremos volar en lugar de darle cabezazos a la piedra.
--¿Vas al programa hoy? --me pregunta Chani.
Si pudiera saberlo, pero ni siquiera eso sé. Sin embargo ese 0-2 ilusorio, cuando desperté del sueño, fue como si me golpeara esa piedra de la montaña, y luego, el 1-4, como si en lugar de volar, un pozo se hubiese abierto bajo los pies y uno cayese al fondo.
Ramón, ciertamente, me habló del flotante azul y blanco.
--Cuando doblemos la esquina lo veré --dije.
Cuando llegamos a la esquina, como si cerrásemos los ojos a los presagios, nos olvidamos de la mole flotante, el extraño barco.
Mejor así, estamos solos. No podemos confiar en el equipo. Es saludable saberlo.
2 comentarios:
Cómo me gusta pasear por el blog, con olor a hibisco. Es como volver a la isla de la mano de Virgilio.
Menos mal que ese buitre marino se largó. Quién sabe por qué más esperaba el cabrón. De momento, anoche quemamos la sardela, como me decía una sueca de pelo platino que conocí.
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