Mucho repite JMaestro el chiste de que Borges pasaba las noches con Virgilio, sugiriendo que hubiera sido más sensato, más sensible y más divertido pasarlas con Virgilia. Rechaza el cinismo de Borges y aplaude el de Cervantes. Cosas. Yo ayer y oí pasé el día y parte de la noche con Unamuno, en las dos novelas del librito que tengo, las más prescindibles que tiene Unamuno. Pero no desechables. De todo un hombre me quedó con la descripción de la oreja de la bella protagonista:
Entonces el conde de Bordaviella se le acercó aún más, y casi al oído, haciéndola sentir en la oreja, hermosísima dorada concha de carne entre zarcillos de pelo castaño refulgente, el cosquilleo de su aliento entrecortado, le susurró:
--Donde estoy entrando es en tu conciencia, Julia.
Creo que no hace falta decir qué significa conciencia en este contexto, es decir, en lo que realmente estaba entrando el conde. En una parte del prólogo, cita el autor que el peso del vacío es el tedio.
El vacío es la ausencia de conciencia. Tengo conciencia donde entrar, luego existo; y si no tengo conciencia, no existo. Y yo, como no tengo conciencia, tengo tedio, es decir, una mala manera de existir. Lo cual es contradictorio. No lo dudo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario