--Ay Jesús, por favor, ayúdame, sostenme del brazo, que me caigo --dice Ana Rosa--, mi nieto, tu amigo Chani, me tiene amargada... él no se hace una tortilla como cualquiera, sino que le pone todo lo que hay en la nevera...
Al día siguiente, Chani me dice que lo acompañe a la casa para que vea una obra de arte. Una tortilla monumental. La tortilla es espléndida, con todos los colores, fríos y cálidos. Una obra de arte.
Últimamente, no sé por qué, veo a todo el mundo esquizofrénico. A mí, de la esquizofrenia me quedó una secuela. A menudo, escucho al revés lo que oigo. Tengo que hacer un esfuerzo de razón para reconocer que el 30% de lo que escucho no tengo que oírlo al revés. Pero nada, la paranoia es la paranoia. Cuando me dicen bestia, oigo un elogio. Y cuando me dicen caballero, oigo un insulto. Me pasa con Anghel. Dudo de lo que elogia y me atrae lo que critica. Incluido al novelista Juan Cruz, que aparece como personaje en el telón de fondo de El pintor asesino, atrevimiento por mi parte, entre otros. A Charlín le encanta Juan Cruz. Lizundia lo denigra. Me fío más del criterio de José María desde que lo oí decir vade retro en relación con García Márquez. No todo García Márquez. El de Historia de un náufrago nos regala una versión de Robinson Crusoe sin isla y sin Viernes. El escritor no quiso compartir la autoría de esa aventura con el náufrago.
--Hoy ganamos, arriba el Tenerife...
Alla él, no el Tenerife, que por lo menos terminó 2-2, sino G. M. El gesto de compartir esa autoría, me hubiese animado a meterme en sus Cien años. Pero no, el izquierdista se comportó como un señorito, como un cacique.
Oltra se equivocó en el cambio de últimos minutos y el Villarreal empató.
A la vuelta a San andrés, me encuentro con Pepe Rivero. Aún estoy con su Divisa de Anatolio. Hablamos de... hablamos de nuestras cosas. El vientito frío de la noche nos dona un don apacible y me invita a un ron en la Estrella del Mar. El mar está en calma y la luna no sé cómo está.
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