Marcelino viene a buscarme a San Andrés después de tormentosos sueños. El zalamero elogia mi trabajo e invita a comer y demás copas. Da la lata porque le parece una falta de respeto ir con él con la camisa rota. La ropa rota. Parece mentira que sea el mismo que ha escrito Y fumar puede matar. Vivimos porque nos obligan, dice el autor. Es una falta de tacto, el hombre. Y luego defiende la mentira y se ofende de que no le digas la verdad. Y no se atreve a ir a la radio. Diez razones de peso tiene para no hablar bien de él si se nos va de este mundo.
A quien se fue de este mundo un ser querido es a Trini. La vi después del programa de Anghel, con Juan y Ramón. Los pinchos del sitio donde fuimos eran excelentes, con sabor donostiarra. Lamenté no tener un pañuelo, ni siquiera una corbata, para enjugarle las lágrimas cuando contaba la historia con su padre. Un hospital. una muerte. Luego nos despedimos. Hasta otra aurora boreal.
Raquel, la cubana, me pide que vaya a Las Palmas. Es urgente. Una pena no pder estar mañana en el Kambac. A la ocho de la tarde. Una pena. Espero que el beneficio valga el sacrificio.
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