El espacio de la novela es lo que no se ve. La arquitectura de las ciudades no es sólo las fachadas de los edificios, el espacio público, lo que se nos enseña. Sino el espacio interior de los edificios, el espacio privado. ¿Cuál es el espacio al que los novelistas se están acercando desde hace más de un siglo, por no decir desde el tiempo en que nació la novela? No más rodeos, inmediata la respuesta: el espacio oscuro, reducido, aún a salvo de la videovigilancia.
Comentar ahora el reciente libro de cuentos de Javier Hernández (Los días prometidos a la muerte) y el próximo que alumbrará el mismo sello editorial (Idea-Aguere), el de Marcelino Rodríguez Marichal (Y fumar puede matar) son claves para comprender la fuerza en que se está moviendo la ficción narrativa en Canarias, a pesar de los obstáculos... La crisis económica tiene sus contrapartidas favorables: se mira mejor lo que se publica. Menos títulos para llenar expedientes, y más páginas que perdurarán en el tiempo (disculpéseme la profecía)...
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